PARASITOS I
LOS PARASITOS Y LA INTOXICACION CORPORAL
Todo tejido viviente puede ser ocupado por un parásito; por ende,
todo ser vivo está sujeto a su presencia. Estas afirmaciones bastan para
comprender la importancia de la parasitosis y el hecho de dedicarle atención en
el ámbito de la depuración corporal.
Es imposible concebir un organismo sin parásitos.
Estamos biológicamente destinados a compartir la vida con ellos, dado que es
imposible sustraerse a sus eficientes cadenas reproductivas y a su permanente
incorporación a través de alimentos, agua y aire. Son nuestros depredadores
naturales. Esto es algo que el hombre siempre supo y por ello en todas las
tradiciones se preservaron hábitos preventivos, basados en el desparasitado
regular. Dado que la convivencia es inevitable y genera daños
evidentes, el objetivo razonable es mantenerlos bajo control.
Pero hoy día vivimos una situación grave en este sentido. Por
un lado hemos
abandonado las prácticas preventivas. Por otro lado, nuestra violenta
modificación de los hábitos nutricionales ha generado tres cuestiones claves
para la expansión de la invasión parasitaria: les damos casa, comida
y “zona liberada”, o sea los tres requisitos para su completo
desarrollo. Los nutrimos al consumir abundantes alimentos que los desarrollan
(lácteos, azúcares, harinas), les facilitamos el alojamiento al generar una
mucosa intestinal permeable que facilita su difusión en todo el organismo por
medio de los fluidos (mucosa permeable) y finalmente la inacción de nuestra
“policía corporal” (tilde inmunológico), les brinda “zona liberada” para que se
desarrollen sin problemas.
EL FACTOR PARASITOSIS
Algo que el Dr. Seignalet intuyó genialmente durante su
investigación, fue la relación entre la mucosa intestinal permeable y la
invasión de macromoléculas alimentarias y bacterianas hacia el hígado y los
fluidos corporales. Esta visión permite a su vez comprender la estrecha relación
entre esta “puerta abierta” y nuestros huéspedes naturales: los
parásitos.
Si bien el tema se desarrolla en un capítulo específico, no
podemos dejar de mencionarlo en este contexto, que explica este nuevo fenómeno
del ensuciamiento corporal. Además de bacterias y partículas alimentarias,
nuestros fluidos se ven invadidos por huevos, larvas, quistes y organismos
unicelulares que parasitan la estructura corporal y aportan una cuota
importante de ensuciamiento. La magnitud de la intrusión desborda la
capacidad de nuestro sistema inmunológico (reacción antigénica) y en muchos
casos elude su acción, al localizarse en áreas donde las defensas corporales
están inhibidas de actuar (ejemplo: el cerebro).
Generalmente el concepto de parásitos, tanto de profanos como
de terapeutas, se limita, en el mejor de los casos, a considerar el aspecto
etimológico del término. Se supone que el daño generado por estos huéspedes
indeseables, es el
robo de nutrientes, que utilizan para su desarrollo. Si esto fuese así,
bastaría con comer de más. Sin embargo, lo más grave de las parasitosis, es su
significativo aporte ensuciante.
Consideremos por un momento lo que significan los
excrementos y desechos metabólicos de esta multitud de seres que nos
habitan. Diariamente
cientos de sustancias actúan y se acumulan en nuestro interior, generando no
solo toxemia, sino también innumerables consecuencias sobre nuestra salud.
Si bien hay poca investigación al respecto, se conocen bien
los efectos de algunas sustancias individualizadas. Es el caso de la
histamina que secretan ciertos parásitos, o el acetaldehído, uno de
los 79 desechos generados por la cándida en estado micótico. Indudablemente la
cuestión de la parasitosis debería ser considerada como hipótesis básica
en el abordaje de las habituales patologías modernas, malamente achacadas a
genes, virus o estrés.
Una flora en equilibrio impide el anormal desarrollo de
microorganismos indeseables, pero cuando ese equilibrio se rompe,
sobreviene la llamada
invasión parasitaria.
Algunos parásitos ingresan al intestino con los alimentos
y no pertenecen a las especies normales de nuestra flora. Otras veces la
exuberante multiplicación de bacterias parásitas es un intento de
supervivencia de ejemplares de la flora “autóctona”, frente a la agresión
de antibióticos y químicos presentes en alimentos de consumo cotidiano.
En la mayoría de los casos, el mismo desequilibrio interno
dispara estas reproducciones descontroladas y anula la regulación endógena
que debería realizar la propia flora. En todos los casos es el contexto de
desorden, la causa profunda del problema.
Además de irritar, inflamar y ulcerar tejidos, estos parásitos
(huéspedes fuera de control) generan reacciones alérgicas, depresión
inmunológica, incremento de la toxemia corporal y aumento del desorden en la
misma flora. Las imágenes ilustran algunos parásitos despedidos luego de una
terapia desparasitante.
Extraído del libro "Cuerpo Saludable"
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