ENZIMAS Y TOXEMIA
La Bancarrota en la salud
En 1940 el Dr. Edward Howell, un investigador pionero en el campo
de las enzimas, planteó algo revolucionario: la enfermedad
crónico-degenerativa es el resultado de una deficiencia enzimática severa.
Si bien el tema es desarrollado en el libro “Nutrición Depurativa”, dada su
íntima conexión con la cuestión nutricional, no podemos dejar de citar aquí su
estrecha vinculación con la toxemia corporal.
Las enzimas son moléculas
esenciales y básicas en casi todas las reacciones de la química
corporal. Vienen a ser como las chispas que provocan la detonación de la
mezcla en un motor a explosión: no son parte constitutiva del proceso, pero sin
ellas el proceso no puede realizarse. Dicho de otro modo, son catalizadores:
no reaccionan con las sustancias sobre las que actúan (sustrato) ni alteran el
equilibrio de la reacción, pero estimulan el proceso y su velocidad.
El organismo posee la capacidad de producir y almacenar
enzimas, tanto digestivas (para la asimilación de los alimentos) como
metabólicas (para las funciones corporales. En estado natural, todos los
alimentos están dotados de las enzimas necesarias para su predigestión. Dado
que durante 4.700.000 años el ser humano, al igual que el resto del reino
animal, evolucionó nutriéndose con alimentos altamente enzimáticos (crudos),
su organismo está naturalmente orientado a la producción de enzimas
metabólicas, que sostienen la actividad de células y tejidos.
La irrupción del fuego [1] comenzó a modificar este
equilibrio, ya que las enzimas se destruyen
con el calor, apenas por encima de los 50ºC. La cocción de los alimentos
eliminó este natural aporte enzimático externo, obligando al cuerpo a
resolver el déficit emergente, para que los nutrientes pudiesen ser
correctamente asimilados.
Como enunciara el Dr. Edward Howell [2],
la carencia enzimática del alimento cocinado, obliga al organismo a
distraer enzimas metabólicas para completar el proceso digestivo. A largo
andar, esta demanda produce agotamiento y anula funciones fisiológicas,
como la inmunología y la depuración.
Dado que las enzimas son imprescindibles para todos los
procesos y funciones celulares, su carencia repercute en las más variadas
esferas fisiológicas. Procesos como la coagulación sanguínea o la
síntesis hormonal, dependen de la adecuada presencia enzimática. Hoy se sabe
que la correcta función enzimática puede incrementar la síntesis de colesterol
“bueno” a fin de evitar problemas cardiovasculares.
Incluso las tareas de desintoxicación
se resienten. Hay enzimas capaces de licuar el pus para permitir su
drenaje y de ablandar la mucosidad que congestiona los bronquios y genera
síntomas asmáticos. También hay enzimas proteolíticas que cumplen un
importante rol antiinflamatorio, incrementando el flujo sanguíneo en la zona
afectada, mejorando la nutrición y la oxigenación, impidiendo la formación de
coágulos y reduciendo el dolor y la hinchazón.
En un estudio llevado adelante por el Dr. Gerner sobre 115
personas con 28 diferentes procesos infecciosos en estado agudo,
mostraron un incremento del 73% en los niveles de enzimas excretadas en
la orina. Durante los procesos agudos, estados febriles y exigencias musculares,
el cuerpo utiliza mayor cantidad de enzimas, las cuales son más activas que a
temperatura corporal normal. O sea que a mayor reserva enzimática,
mayor eficiencia inmunológica y vitalidad defensiva.
ENZIMAS LIMPIADORAS
A modo de ejemplo, digamos que hay aproximadamente un centenar
de diferentes tipos de enzimas circulando en la sangre para limpiar desechos
y evitar la formación de placa. Cuando el cuerpo tiene carencias de
dichas enzimas, se genera la
formación de placa arterial. Es obvio que a mayor presencia de placa, el
corazón debe incrementar la presión de empuje (hipertensión) y por tanto
el volumen del músculo cardíaco (hipertrofia ventricular).
¿Cómo es que se presenta una falta de estas enzimas en sangre?
Si se ingiere comida cocida, de algún lugar el organismo debe obtener enzimas
para digerirla. Es aquí cuando las enzimas metabólicas se transfieren de su
función normal (especialmente del sistema inmune), para ocupar el rol digestivo,
dejando el cuerpo carente y expuesto a una futura enfermedad.
Howell afirmaba que la longevidad es proporcional a la
disponibilidad de enzimas metabólicas, comparando a las reservas enzimáticas
con una cuenta bancaria: al comer alimentos crudos se incrementa el saldo
y al ingerir cocidos se reduce: el envejecimiento prematuro seria una
especie de “bancarrota enzimática”.
Un estudio del Michael Reese Hospital de Chicago (EEUU) mostró
evidencias del empobrecimiento enzimático en la vejez. Midieron la
concentración de enzimas salivares en dos grupos de personas: adultos (entre 21
y 31 años), y ancianos (entre 70 y 100 años). En el grupo de ancianos observaron
30 veces menos concentración de enzimas.
El Dr. Howell descubrió que durante el ayuno se
presenta un incremento de las enzimas disponibles en el organismo, debido
a la ausencia de demanda alimentaria, especialmente alimento cocinado. En
ausencia de exigencia digestiva, el organismo dispone de más enzimas para la
reparación y la curación del cuerpo. Esto confirma la validez del ayuno
frutal, pues además de aliviar la tarea digestiva con el
alimento más fácil de metabolizar, el cuerpo recibe
aporte de enzimas externas.
[1] Ver Capítulo 2, apartado “Una experiencia inédita y fugaz”
[2] Enzyme Nutrition: The Food Enzyme Concept, Avery Publishing Group, Inc., Wayne, NJ, 1985 - Food Enzymes for Health & Longevity, Lotus Press, Twin Lakes, WI, 1994, 2nd ed.
[2] Enzyme Nutrition: The Food Enzyme Concept, Avery Publishing Group, Inc., Wayne, NJ, 1985 - Food Enzymes for Health & Longevity, Lotus Press, Twin Lakes, WI, 1994, 2nd ed.
Extraído del libro "Cuerpo Saludable" y desarrollado en el libro
"Nutrición Depurativa"
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