EL MOVIMIENTO Y RESPIRACION
La respiración profunda
Resulta obvia la necesidad de incrementar la oxigenación interna,
para mejorar el metabolismo digestivo, contrarrestar las parasitosis anaerobias,
optimizar la función celular y poder drenar la toxemia circulante. Por tanto,
toda actividad física que practiquemos, será netamente favorable y auspiciable:
caminar, correr, pedalear, nadar, etc. La mejor actividad física es siempre
“aquella que se hace”. Lo importante es el ritmo (algo cada día) y la
continuidad (todos los días). Por ello es recomendable ponerse metas pequeñas
pero sustentables en el tiempo.
Es poco productivo entusiasmarse con rutinas intensas y abonos
de gimnasios, que luego no podemos sostener a causa de obligaciones y
distracciones varias. Más vale comenzar con al menos 30 minutos diarios de
caminata a buen ritmo, pero hacerlo todos los días. Buscar
actividades que sean agradables, ya que esto no es para “sufrir” o “extenuarse”.
Tratar que el ámbito sea placentero y que podamos articular la actividad con
nuestra rutina cotidiana, siendo siempre preferibles los momentos de amanecer y
atardecer.
Obviamente hay prácticas especialmente recomendables por su
aspecto oxigenante. Una de ellas es el yoga, pues combina el movimiento
muscular y el ritmo respiratorio. En las asanas (posturas), las posiciones
sostenidas en el tiempo, posibilitan un adecuado drenaje sanguíneo de los
músculos comprimidos. Este efecto “esponja” permite que el tejido muscular se
vacíe al armar la postura; por el contrario, al desarmar la postura,
posibilitamos que
nueva sangre oxigenada irrigue adecuadamente al músculo.
Otra cuestión importante de las asanas, es el manejo del ritmo respiratorio.
Si bien hay varias técnicas, en general el tiempo asignado a la expiración es el
doble de la inspiración, mientras que se suele sugerir una sostenida pausa
intermedia. Estos tiempos permiten oxigenar mejor la sangre y activan el sistema
linfático, favoreciendo tanto el drenaje de desechos gaseosos por vía pulmonar,
como de toxemia sólida mediante el drenaje linfático. Por último, y esto no es
menos importante, la respiración es un formidable medio de autorregulación
física y psíquica, ya que incide sobre los estados emotivos y permite canalizar
las emociones.
En lo personal, además de las caminatas, he buscado armar una
secuencia completa de 40 minutos para hacer diariamente en casa, temprano en la
mañana, antes de la actividad cotidiana. Hago unas respiraciones profundas
(oxigenan), una serie de movimientos de chi kung (movilizan la energía) y
luego una serie de asanas de yoga (posturas y contraposturas). Con apenas
40 minutos, uno queda listo para la actividad cotidiana, habiendo movilizado y
oxigenado el organismo, cosa que complemento luego con 30 minutos de caminata
a buen ritmo.
LA TECNICA EXPLICADA
Tal como ocurre en el yoga, quienes desean practicar técnicas
respiratorias, tienen a disposición gran cantidad de técnicas detalladas en
profusa cantidad de libros y manuales. Pero aquí nos permitimos sugerir los
elementos básicos para una adecuada respiración profunda, que podemos practicar
en cualquier momento y circunstancia. Lo importante es tomar consciencia del
ritmo respiratorio (espirar, retener, inspirar) y de los espacios respiratorios
(bajo, medio, alto). Es algo que podemos hacer en cualquier momento del día
y en cualquier posición (sentados, acostados, parados). O sea, no hay
excusas para no llevarla a cabo.
Aunque respirar es la primera reacción instintiva de nuestra
vida y es un acto absolutamente reflejo, con el tiempo llegamos a respirar muy
mal o en forma incompleta, por lo cual debemos conocer sus bases fisiológicas
y
practicar la técnica. Solemos creer que la respiración comienza al inhalar,
pero en realidad las enseñanzas orientales parten de una profunda exhalación, ya
que no se puede llenar algo que no ha sido completamente vaciado.
Debemos tener en cuenta que la espiración profunda debe
llevar el doble de tiempo que la inspiración. Además, el ritmo de vaciado y
llenado debe ser lento, a tal punto que el proceso debe ser lo más
silencioso posible (no debería escucharse ruido alguno, cosa que ocurre
cuando respiramos aceleradamente). La respiración debe ser cómoda y no debe
requerir esfuerzos. La exhalación implica la relajación de los músculos
respiratorios. El tórax se hunde bajo su propio peso, y al hacerlo, expulsa el
aire. La lentitud de la espiración se verifica mediante el silencio. La última
etapa de la exhalación puede ayudarse con la contracción de los músculos
abdominales, para expulsar los últimos restos de aire viciado.
Una respiración completa y profunda, debe contar de tres
tiempos bien evidenciados, que conviene registrar físicamente. Tras la
completa exhalación, se comienza llenando la base de los pulmones (abdomen
expandido), luego la zona central (pectorales expandidos) y finalmente la parte
superior (clavículas alzadas). Estos tres “tiempos” se deben integrar en un solo
ritmo, lento y continuo, que se reproduce luego de un pequeño intervalo, en
idéntico orden durante la exhalación. Al comienzo, para tomar consciencia del
correcto llenado/vaciado de estas áreas pulmonares, podemos auxiliarnos con las
manos (sobre el abdomen y luego sobre el tórax) y elevando los hombros (alzado
de clavículas), a fin de registrar el desplazamiento.
Resumiendo, así podemos sintetizar una correcta respiración
profunda:
1) Exhalar: vaciar abdomen, contraer tórax y bajar hombros.
2) Retener unos segundos.
3) Inhalar: llenar abdomen, expandir tórax y elevar
hombros.
4) Retener unos segundos.
Es importante respetar la lentitud (silencio respiratorio), el
registro (con manos y movimiento de clavículas) y un tiempo de espiración más
lento (el doble) que la inhalación. Por ejemplo, si lo hacemos caminando,
podemos medir el tiempo por pasos: inspiración durante 6 pasos, retención en 3
pasos y espiración en 12 pasos. Si lo hacemos acostados o sentados, podemos
contar mentalmente. Con el tiempo y la práctica cotidiana, esto se debe
convertir en algo automático e intuitivo.
Veamos algunos efectos fisiológicos de la respiración
profunda, más allá de la oxigenación: tonifica el sistema respiratorio;
estimula el corazón (lo masajea); favorece el movimiento peristáltico; ayuda al
funcionamiento del estómago, el bazo, los riñones, el hígado y la vesícula;
colabora con el equilibrio del sistema endócrino; mejora la calidad de la sangre
(y de la función cerebral) al optimizar la eliminación de gas carbónico y la
absorción de oxígeno; incrementa la energía, la resistencia inmunológica y la
vitalidad de órganos y tejidos. A nivel psíquico, favorece el desarrollo de la
autoconfianza, el autodominio, la claridad mental y el entusiasmo vital,
induciendo un estado de paz y serenidad. Una respiración lenta y profunda puede
calmar rápidamente la agitación más desordenada y mejorar la capacidad de
atención.
Extraído del libro "El Proceso Depurativo".
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