OXIGENO Y ALIMENTOS
La importancia de los vegetales crudos.
Muchos podrán pensar que la naturaleza todo lo prevé y por tanto
basta con respirar bien (cosa que veremos a continuación). Es más, hay personas
que pueden vivir solo en función a la respiración, captando del aire inhalado
todo aquello necesario para la vida y sin necesitar alimentos físicos
(practicantes del pranayama, respiratorianos, pránicos, meditadores, etc). Pero
lo que la naturaleza no puede prever es la modificación antifisiológica de
nuestros hábitos alimentarios.
En este sentido, nuestros alimentos fisiológicos
(frutas, hortalizas) garantizan el adecuado aporte de agua y oxígeno, y
su correcto metabolismo nutricio. Pero hace unos 10.000 años (apenas instantes
en un proceso evolutivo de cinco millones de años), al dominar la agricultura,
el ser humano recurrió a los granos amiláceos como sustento nutricio. La
producción y el fácil almacenamiento, convirtió a cereales y legumbres en
reaseguro de supervivencia frente a las frecuentes carencias alimentarias y
permitió sostener la vida aún en lugares climáticamente adversos para el ser
humano.
El desarrollo de la agricultura y la ganadería, marcó un hito
en la evolución humana; pero lejos retornar a la esencia fisiológica en lo
alimentario (somos frugívoros), nuestros antepasados incorporaron estos
recursos de supervivencia al acerbo cultural, por diversas razones que
exceden al tratamiento del tema. Y esto, si bien permitió el desarrollo de
muchas civilizaciones, también se convirtió en fuente de problemas, dado que no
poseemos habilidades fisiológicas para consumir importantes cantidades de granos
amiláceos, cosa que sí poseen animales evolucionados en función a ellos
(granívoros).
Si bien el tema se desarrolla aparte, la oxidación de altos
niveles de azúcares aportados por los granos, genera gran demanda de oxígeno,
cuya satisfacción es problemática para los humanos, dado nuestra limitada
bomba circulatoria (el corazón de los granívoros representa el 10% de su
peso total, algo así como 7kg en un humano) y nuestra reducida incorporación
de oxígeno (no volamos ni tenemos sacos alveolares, como los granívoros).
Cuando ingieren granos amiláceos, los granívoros ponen en
marcha mecanismos fisiológicos adecuados al torrente de azúcares que circulará
en sangre. En primer lugar las aves hacen un gran consumo de energía en
actividades exigentes como el vuelo. Por otra parte, disponen de una
estructura cardiopulmonar de alta eficiencia, que les permite resolver dos
cuestiones básicas: mantener semejante cantidad de azúcar en movimiento u
atender la elevada demanda gaseosa del metabolismo de los hidratos de carbono.
El ser humano es sedentario y no realiza (menos hoy día)
esfuerzos que por intensidad y duración demanden tanta energía como el vuelo de
las aves. Esto trae aparejada la necesidad de disipar el exceso de azúcar
circulante, por lo cual se advierte abundante calor en el cuerpo tras su
consumo. Esto acarrea hiperactividad del páncreas, que debe poner en marcha, con
el auxilio del hígado, un mecanismo para convertir rápidamente el azúcar simple
en glucógeno de reserva. Este proceso debe invertirse nuevamente en caso de
necesidad, volviendo a convertirse el azúcar de reserva (glucógeno) en azúcar
simple (glucosa).
El carbono y el hidrógeno que componen las cadenas de los
azúcares, terminan convirtiéndose (por oxidación) en dióxido de carbono (CO2) y
agua (H2O). La cantidad de oxígeno necesaria para llevar adelante el metabolismo
gaseoso, exige al sistema respiratorio de manera continua. Por esa razón
los pájaros están dotados de los sacos aéreos, especies de estructuras
suplementarias de los pulmones, que les permiten almacenar e insuflar el
suplemento de oxígeno necesario para la oxidación del abundante volumen de
carbono e hidrógeno circulante en sangre.
El aparato cardiopulmonar humano es sometido a dura exigencia
tras una comida de granos. En el caso de personas sedentarias, esto generará una
demanda energética y una toxemia adicional, que a largo plazo termina
desvitalizando al individuo. La fatiga y el desgaste cardiopulmonar
son moneda corriente en los grandes consumidores de cereales. Esto resulta fácil
de comprobar, a través de la amplificación del pulso cardíaco durante la
digestión y el incremento de las pulsaciones, como si se hiciese un ejercicio
físico importante.
En síntesis: para combatir el estado de anaerobia, debemos
nutrirnos con alimentos fisiológicos (frutas, hortalizas, semillas),
evitando la cocción. Como vimos, el proceso de cocimiento reduce el
natural contenido de oxígeno de los alimentos crudos. Por su parte, la
necesidad de conservación de la escala industrial, estimula el uso de
procesamientos que incrementan la deficiencia de oxígeno en los
alimentos. La dieta promedio tiende a ser muy deficiente en su aporte
oxigenante. Otro detalle no menor es el moderno consumo cotidiano de
antibióticos (fármacos, alimentos, aguas de consumo) que hace estragos en
las bacterias aeróbicas (productoras de oxígeno) de la flora intestinal.
Por todo esto, el cambio de hábitos alimentarios se hace
imprescindible, a fin de mejorar el aporte oxigenante a través de
alimentos vitalizantes. Pero a veces puede no ser suficiente para
revertir una carencia crónica. Por tanto también debemos conocer y utilizar
otros recursos oxigenantes, como la respiración profunda y el agua oxigenada.
Extraído del libro "El Proceso Depurativo".
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