BIOENERGETICA CELULAR

BIOENERGETICA CELULAR

martes, 18 de febrero de 2014

NUTRIR EL CUERPO  SIN  INTOXICARLO


Alimentación fisiológica


Ninguna práctica depurativa podrá resultar efectiva si no rectificamos los hábitos nocivos que nos atiborran de tóxicos y nos privan de sustancias esenciales para la buena química corporal. Si nos damos cuenta de esto (y modificamos hábitos), habremos hallado la génesis (y al mismo tiempo la solución) de gran parte de los modernos problemas de salud: el ensuciamiento corporal crónico. El cambio de hábitos alimentarios forma parte indisoluble del Proceso Depurativo recomendado para resolver nuestros problemas crónicos. De poco servirá la eliminación de la vieja escoria tóxica, si seguimos introduciendo nuevos desechos y no logramos satisfacer las fisiológicas necesidades orgánicas. Por ello la necesidad de adoptar una alimentación nutritiva, pero no ensuciante.
Las mal llamadas “enfermedades”, son apenas un síntoma del “ensuciamiento corporal”, estado generado por una combinación de factores:
- Malfunción de los órganos de eliminación (sobre todo intestino permeable e hígado y riñones colapsados)
- Crónica sobrecarga tóxica (alimentos no fisiológicos, modernas parasitosis, contaminantes químicos)
- Estado de acidosis corporal (desorden ácido-alcalino)
- Baja inmunología (por colapso hepático, desorden nutricional, toxemia, exceso de exigencias)
- Flora intestinal desequilibrada (por antibióticos alimentarios y medicinales, alimentos refinados y aditivados, falta de fibra, carencia enzimática, conservantes, parasitosis)
- Disfunciones hormonales (menopausia, andropausia, resistencia a la insulina, parasitosis, desorden tiroideo)
- Exceso de fósforo (consumo de lácteos, gaseosas, soja, conservantes, fertilizantes, aditivos)
- Carencia de nutrientes esenciales (magnesio, silicio, AGE, enzimas, vitaminas, oligoelementos, mucílagos)
- Represión de síntomas (abuso de medicamentos)
- Exceso de estímulos (carencia de reposo adecuado)
- Sedentarismo (falta de actividad física y oxigenación)
Para resolver esto, es obvio que debemos corregir el desorden nutricional, principal responsable de dicho caos orgánico. Tan importante como las cosas que conviene introducir en la dieta, son aquellas que deben eliminarse. A menudo los beneficios de los nuevos aportes, son neutralizados por el nefasto efecto de los alimentos artificializados y ensuciantes que seguimos ingiriendo a diario.
Debemos tomar consciencia que el organismo se renueva diariamente (en un año cambiamos el 98% de los átomos del cuerpo), y la calidad de renovación depende de la calidad de nutrientes que ingerimos. Es como si tuviésemos una fábrica modelo, comprásemos materia prima defectuosa y pretendiésemos que se hagan productos perfectos. Nuestros operarios no podrían hacer milagros.
El organismo tampoco puede hacer milagros: mala calidad de nutrientes implica mala calidad de células nuevas, mala calidad de los órganos que se renuevan y consiguiente aumento de la toxemia corporal por malfunción orgánica y acumulación cotidiana. Resulta importante aprender a identificar los alimentos ensuciantes o no fisiológicos, para limitarlos o descartarlos de la dieta cotidiana, la cual debería basarse en alimentos más genuinos y mejor adaptados a nuestra natural capacidad digestiva. Más a fondo vamos con esto, más rápida será la recuperación.
El alimento fisiológico es aquel que puede ser correctamente procesado por las enzimas digestivas, las mucinas y la flora intestinal. En resumen, es el alimento ancestral; que nutre, vitaliza y depura. Dado que genéticamente somos 99% chimpancés, nuestra fisiología digestiva está diseñada para frutas, hojas, semillas, raíces…, todo en crudo.
Pero hace miles de años, por una simple cuestión de supervivencia, el ser humano tuvo que adaptarse a la cocción y a la proteína animal, aunque por cierto, adaptación no es normalidad. Y luego la tecnología nos introdujo el alimento industrializado y procesado, con el artificial aporte de la síntesis química, completándose un esquema tóxico y adictivo. Por suerte hoy disponemos de numerosas opciones fisiológicas y saludables, que nos permiten resolver inteligentemente este desorden crónico.
LOS ALIMENTOS ENSUCIANTES
Resulta obvio que el alimento moderno:
- No es fisiológico y no se digiere correctamente
- Genera excesos y carencias nutricionales
- Consume energía y no proporciona vitalidad
- Aporta muchas sustancias tóxicas
- Provoca ensuciamiento crónico
Si bien el tema es desarrollado en la guía práctica Alimentos Saludables y en el libro Nutrición Depurativa, en primer lugar pasaremos revista a aquellos alimentos ensuciantes, que deberíamos descartar de nuestra ingesta diaria, limitándolos a las excepciones (fines de semana, eventos sociales); no es tan grave la excepcionalidad sino la cotidianeidad de su ingesta.
El grado de eliminación de estos alimentos de nuestra rutina diaria, será directamente proporcional al beneficio depurativo que pretendamos lograr. No por caso estamos mal y no por caso los alimentos ensuciantes representan la base de nuestra moderna dieta industrializada: los consumimos en grandes volúmenes, los 365 días del año y muchas veces al día. La decisión (y el beneficio) está sólo en nuestras manos (y bocas). Y nos referimos a:
Refinados industriales (azúcar blanca, harina blanca, arroz blanco, aceites procesados, sal refinada…) y los alimentos que los contienen (alimentos industrializados, gaseosas, panificados, copos de cereales, golosinas, productos lights…).
Margarinas (aceites vegetales hidrogenados), grasas industrializadas y los numerosos productos masivos que los contienen (helados, lácteos, golosinas, papas fritas, panificados…).
Almidones y azúcares, en exceso y/o mal procesados (harinas y féculas sin la correcta humectación, cocción y masticación), con especial referencia al trigo y al maíz pampeano (híbridos y transgénicos).
Soja en forma de porotos, harinas, texturizados, aceites refinados, proteína aislada o jugos (leche de soja); existe profusa evidencia científica de los problemas que ocasiona su consumo regular, tal como se indica en la web.
Alimentos cocinados por encima de los 100ºC (ebullición del agua), dada la generación de compuestos artificiales (cancerígenos y mutagénicos) y la reacción defensiva que realiza el cuerpo en su presencia (leucocitosis post prandial).
Edulcorantes, conservantes y aditivos sintéticos, y los numerosos alimentos de uso masivo que los contienen, pues “engañan” al cuerpo (provocan hipoglucemia y obesidad), inhiben la química corporal (flora, hígado) e intoxican.
Proteína animal, en exceso y de cría industrial (feedlot, estabulación, piscicultura en piletas, pollos de jaula…), incluidos obviamente los lácteos y sus derivados.
Si bien los fundamentos de la problemática láctea exceden el marco de esta obra (ver libro Lácteos y Trigo y monografías en la web), hay demasiada evidencia y muchas objeciones a su uso, por distintos motivos. Brevemente podemos decir que su ingesta genera evidentes perjuicios: agotamiento inmune, desorden mineral y hormonal, reacciones alérgicas, daños circulatorios, congestión mucógena, desequilibrio de flora y mucosa intestinal, estreñimiento, consumo adictivo y sobre todo, toxemia corporal.
En contrapartida, los lácteos no aportan nutrientes “esenciales”. El solo hecho de experimentar con 15 días de abstinencia total (tranquilos, nadie se muere ni se descalcifica por ello!!!), y su posterior reintroducción, nos permitirá obtener una respuesta absolutamente personalizada e inequívoca de nuestro organismo.
Además de evitar el tabaco (cuyos daños corporales son por demás conocidos) y el alcohol (en exceso y de mala calidad), en un proceso depurativo resulta esencial prescindir de muchos fármacos aparentemente inofensivos y hasta socialmente vistos como necesarios. Nos referimos a antibióticos, antiácidos, antiinflamatorios, analgésicos, etc. Los efectos secundarios de estos productos son numerosos. Afectan fundamentalmente el equilibrio de la flora y la mucosa intestinal, deprimen la inmunología e inhiben la síntesis de nutrientes claves para la química corporal. Quedan fuera de esta consideración, las medicaciones específicas de tratamientos convencionales.
LOS ALIMENTOS DEPURATIVOS
Entendemos que la base para organizar una alimentación fisiológica y saludable, pasa por la correcta organización de la despensa hogareña. Lo que hay en la despensa es lo que se acaba consumiendo; de allí la importancia de su composición. Por tanto: no comprar aquello que resulta inconveniente para nuestra salud (lo no fisiológico), pues a la larga lo utilizaremos.
En cambio, es importante tener buena existencia de aquellos alimentos que debemos consumir diariamente. El hecho de identificar los alimentos por grupos, nos permitirá utilizarlos en forma racional, hasta familiarizarnos intuitivamente con ellos, evitando así errores e improvisaciones. Esto nos dará la necesaria flexibilidad para ir adecuando la nutrición a los variables requerimientos personales y estacionales y a la disponibilidad.
Otra objetivo de identificar los grupos alimentarios de la despensa, tiene que ver con la conveniencia de ingerir algo de cada grupo a lo largo del día. Esto resulta básico para garantizar una nutrición sin riesgos de excesos o carencias.
También la identificación de los grupos nos permitirá realizar una adecuada variación de los elementos de cada grupo. No hay alimento perfecto y cada uno tiene lo suyo, razón por la cual es aconsejable rotar y alternar los integrantes de cada grupo. Además, al trabajar una diversidad de alimentos, el consumo será menor y esto nos conducirá a la natural frugalidad alimentaria.
Los tres grupos esenciales y prioritarios en una despensa saludable deberían ser frutas, hortalizas y semillas. Todos los elementos de estos grupos son recomendables; en el caso de los vegetales frescos, son preferibles aquellos del lugar, de la estación y madurados naturalmente. También es recomendable consumirlos preferentemente crudos o ligeramente cocidos, salvo los amiláceos (papa, batata).
Si privilegiamos estos grupos, totalmente fisiológicos, estaremos garantizado el vitalizante y depurativo aporte enzimático. Frutas y hortalizas son componentes ideales de cualquier comida, siendo las semillas su natural complemento. Las semillas, siempre activadas (remojadas) pueden dar lugar a saludables germinados, leches, mantecas, quesos, licuados…
Otros dos grupos de alimentos, que muchos califican como importantes, son cereales y legumbres. En primer lugar conviene considerar que los granos con alto contenido en almidón (forma práctica de considerar a los cereales) no están adaptados a nuestra fisiología digestiva y metabólica.
Los humanos no disponemos de las características digestivas de las aves, principales animales granívoros. Aunque el hombre, por cuestiones de supervivencia desarrolló mecanismos para suplir la ausencia de buche y estómago molturador (molienda, leudado, cocción), no puede resolver otras cuestiones que a la larga afectan su salud.
Al recurrir a la cocción como mecanismo para convertir el indigesto almidón en azúcares simples asimilables, se genera la inevitable pérdida del proceso enzimático que naturalmente acompaña al almidón en el interior del grano. Esta carencia debe ser compensada por el aporte de enzimas orgánicas, lo cual estresa al páncreas cuando la demanda es cotidiana y abundante.
Por otra parte, si no se realiza un correcto procesamiento, el almidón (crudo) se convierte en importante fuente de toxemia corporal. Dicha situación es favorecida por la excesiva permeabilidad intestinal, que permite el rápido paso de las moléculas intactas de almidón al flujo sanguíneo, causando gran cantidad de padecimientos crónicos.
Pero aún cuando el desdoblamiento de los almidones se haga en forma correcta, la elevada densidad de carbohidratos que tienen los cereales, resulta inadecuada para nuestra fisiología. El aparato cardiopulmonar es sometido a dura exigencia. En el caso de personas sedentarias, esto generará una demanda energética y una toxemia adicional, que a largo plazo termina desvitalizando al individuo. La fatiga, la resistencia a la insulina y el desgaste cardio-respiratorio son moneda corriente en los grandes consumidores de cereales.
Por todo esto, en un proceso depurativo es aconsejable limitar su consumo, usando con moderación granos enteros, bien cocidos y correctamente masticados. Siempre es recomendable la combinación de un cereal y una legumbre en una misma comida (guisos, sopas, hamburguesas), lo cual garantiza la calidad de la ingesta proteica. También la germinación es una opción inteligente para consumir estos granos.
Luego su ubican otros grupos complementarios de una despensa saludable: algas, aceite, condimentos, proteínas, endulzantes, bebidas y suplementos.
Las algas marinas aportan minerales, fibra soluble y excelentes efectos protectivos; se aconsejan para acompañar hortalizas o en la cocción de cereales y legumbres.
Los aceites son la principal fuente de ácidos grasos esenciales, razón por la cual deben ser de presión en frío, sin refinación y usados en crudo (sólo el de oliva es recomendable para exponer al fuego); se sugieren combinaciones equilibradas en sabor y omegas, como el oliva/girasol/lino.
Los condimentos aportan gran cantidad de beneficios, sugiriéndose el uso de mucha variedad y poca cantidad; sin dudas que el principal condimento es la sal marina no refinada, cosa garantizada por el cristal de roca (sal andina).
A nivel proteínas, consumiendo variedad, complementación y rotación de los alimentos antes citados, no puede haber carencias; por el contrario, el problema moderno es el exceso proteico. En caso de ulterior necesidad, se puede recurrir a polen de abejas, algas espirulina, huevos caseros (evitar cocinar la yema en exceso) o frutos de mar.
En materia de endulzantes podemos usar azúcar integral mascabo, miel de abejas o harina de algarroba, sin dejar de lado el saludable efecto dulcificante de las frutas pasas. Recordemos que los edulcorantes (aunque naturales) en ausencia de hidratos de carbono, “engañan” al cuerpo, generando hipoglucemia y obesidad.
Respecto a bebidas, debemos priorizar el agua, sin olvidar que frutas y hortalizas son la mejor fuente de agua biológica. También podemos hacer uso de las benéficas infusiones de hierbas, del saludable kéfir de agua que regenera la flora intestinal o del agua enzimática (rejuvelac).
Por último, se puede hacer uso de una serie de complementos naturales, con distintos efectos: mineralizantes (germen de trigo, levadura de cerveza, furikake, maca), depurativos (tónico herbario, zeolita, baplaros, tinturas de cardo mariano, genciana o alcaucil), inmunoestimulantes (propóleo, equinácea, harina de vino, hongos shiitake), regeneradores de flora (kéfir, chucrut, salsa de soja, miso, habú) y alcalinizantes (limón, ortiga, diente de león, umeboshi).
Extraído del libro "El Proceso Depurativo".
REPOSO DIGESTIVO

Ayuno semanal con frutas


Todos los ritmos naturales parecen seguir la ley del péndulo, es decir, del ritmo; así existe la ley de que toda actividad debe ir acompañada del reposo. Es fácil comprobar que quien deja de reposar por la noche, perjudica su salud. Cuando se está enfermo, el tratamiento básico en la antigua medicina se basaba en tres pilares fundamentales: el reposo, la dieta y la medicación; ésta última solo en caso que fallaran los otros recursos. Pero hoy se ha olvidado tanto el reposo como la dieta y se pretende solucionar todo a base del mágico medicamento. Así, poco a poco va cayendo en el olvido este importante pilar mantenedor de la salud y firme apoyo en la recuperación de la misma.
Es obvio que la sociedad occidental moderna come en exceso. No se hace suficiente ejercicio para conseguir la comida y la costumbre de hacer varias y abundantes comidas al día, resulta excesiva para cualquier aparato digestivo. Es necesario, por tanto, tener en cuenta el reposo digestivo como el más preciado de los reposos, y así ha estado considerado desde la antigüedad.
La práctica del ayuno era algo habitual en las culturas ancestrales e incluso estaba prescripto en las antiguas tradiciones religiosas, como condición necesaria para purificar el cuerpo ante las prácticas espirituales. Dada la necesidad biológica del organismo de contar con suficiente energía para poder evacuar la toxemia acumulada, el reposo digestivo es algo que nos puede ayudar muchísimo para recuperar el equilibrio perdido y eliminar obstrucciones de vieja data.
El ayuno consiste en generar un período sin trabajo digestivo ni exigencia metabólica, durante el cual, el organismo pueda concentrar todo su potencial en la tarea de eliminación. Incluso hay gente que realiza un reposo digestivo diario, con solo cenar muy temprano y desayunar tarde, lo cual deja un periodo de 14/15 horas sin exigencia digestiva.
Si bien hay muchas formas de ayuno, sugerimos aquí un método sencillo de realizar (no se necesita pasar privaciones) y totalmente seguro (no tiene contraindicaciones ni requiere supervisión externa, como otro tipo de ayunos): el ayuno semanal frutal.
Esta saludable práctica permite reducir casi a cero la habitual exigencia metabólica, en razón de ingerirse sólo el alimento más fisiológico y de más fácil asimilación: la fruta. Además garantiza el aporte enzimático de las frutas, vital para los procesos depurativos. La eficacia del método se basa en su regularidad, por lo cual debemos abordarla con constancia y perseverancia.
La técnica consiste en satisfacer nuestro apetito, un día a la semana, exclusivamente con frutas. Conviene elegir un día fijo, durante el cual desarrollemos poca actividad. Una buena opción es el sábado, que está a caballo entre la semana laboral y el domingo familiar.
Durante ese día, cuando sentimos apetito, nos limitamos a ingerir solamente frutas. Podemos ingerir toda la fruta que deseamos, pero de un solo tipo por vez (no mezclar variedades en la misma ingesta, a fin de minimizar la exigencia digestiva), bien madura, de estación y si es posible, de producción local y orgánica.
Cualquier fruta va bien. En el caso de la banana, valen algunas recomendaciones. Por ser una fruta exótica en muchas latitudes, es casi imposible conseguirla madurada en la planta. Además, siendo una fruta rica en almidón, demanda mayor exigencia metabólica. Por ello, si la consumimos durante el ayuno, tratar que sea fruta bien madura y tener la precaución de masticarla e insalivarla muy bien.
Durante el ayuno, también podemos adicionar infusiones de hierbas depurativas. En época invernal o cuando sentimos frío, además de reposar bien cubiertos, se puede hacer uso de caldos de verdura (sólo el líquido) con el agregado de especias caloríficas (jengibre, pimienta de cayena, etc).
Si nos sentimos con ganas, lo ideal es prolongar la depuración un día más: el domingo. Tratemos de usar este tiempo para la introspección, el reposo reconstituyente y para percibir cómo el cuerpo responde al sosiego. Podemos tener los síntomas de un profundo proceso de purificación: lengua pastosa, sabor a alquitrán en la boca (aunque no fumemos), fuerte olor corporal, micciones frecuentes y urticantes, abundantes evacuaciones, eventuales mareos y dolores de cabeza. Ello es bueno; indica que el cuerpo tiene energía vital y está removiendo sustancias acumuladas en el tiempo y ello es lo mejor que nos puede suceder. Luego nos sentiremos aliviados y con mayor energía.
Una recomendación útil: cuidar que las comidas anterior y posterior al ayuno sean livianas y poco elaboradas, sin refinados, lácteos, ni productos cárnicos y con predominio de verduras cocidas. Por experiencia, recomendamos el puchero celulósico[1] como primer comida posterior al ayuno. También una banana bien madura y bien masticada es recomendable para este fin.
Si somos constantes en la práctica de este tipo de reposo digestivo, los resultados serán evidentes y luego sentiremos placer respondiendo al pedido del organismo por un… sábado de gloria!!!

[1] Ver Capitulo 4, “Los intestinos”, apartado Las fibras saludables 
Extraído del libro "Cuerpo Saludable"
OZONO Y PEROXIDO

El agua oxigenada

La medicina, en sus niveles más holísticos, ha comenzado a advertir la necesidad de mejorar la oxigenación interna y por ello se están desarrollando terapias oxigenantes basadas en el uso del ozono (O3) y el peróxido de hidrógeno (PH) o agua oxigenada (H2O2). Si bien los primeros registros del uso del oxígeno en medicina refieren al francés Caillens que en 1783 ya administraba inhalaciones de oxígeno para curar pacientes con tisis (antigua denominación de la tuberculosis), recién en 1915 el alemán Albert Wolff se convirtió en el primer médico en utilizar ozono para tratar enfermedades de la piel. Justamente en Alemania se comenzó a usar el ozono en los años 50 para el tratamiento de enfermedades como cáncer, esclerosis múltiple, diabetes, autismo, Parkinson y parálisis cerebral, desarrollándose técnicas como la cámara hiperbárica (alta presión) o las infusiones en sangre.
La eficiencia del oxígeno como agente terapéutico quedó en evidencia cuando en 1931 el Dr. Otto Warburg ganó el Premio Nobel al probar que los virus (anaeróbicos) no pueden existir ni proliferar en un ambiente con altos niveles de oxígeno. Warburg también demostró que privando de oxígeno a una célula por algunas horas, ésta se volvía cancerosa. La experiencia lo llevó a concluir que la causa principal del cáncer es la insuficiencia de oxígeno a nivel celular. Por el contrario, los tumores cancerosos disminuyen de tamaño cuando se les pone en contacto con oxígeno. Medio siglo después, el oxígeno volvió a ser tomado en cuenta, por médicos alemanes y estadounidenses en la lucha contra el Sida. Los resultados de las infusiones de ozono en sangre para revertir esta patología, fueron notables, pese a lo cual su utilización no fue autorizada por el ente regulador de la salud en EEUU, al considerarla todavía “en estadio experimental”.
Madison Cavanaugh en su libro “La cura en un minuto” explica muy bien la paradoja del oxígeno: “Microorganismos, parásitos, virus, bacterias y agentes patógenos que causan enfermedades, no pueden sobrevivir en un ambiente rico en oxígeno. Por tanto, un organismo adecuadamente oxigenado se hace inmune a gran cantidad de afecciones y puede combatir eficazmente los desórdenes ya existentes. Las células normales que necesitan oxígeno para mantener sus funciones, se desarrollan y se hacen más eficientes en un ambiente adecuadamente oxigenado. El organismo en general rejuvenece y recibe incontables beneficios, como la potenciación de la eficiencia inmunológica. La única razón por la cual no se adopta esta poderosa y económica herramienta, es justamente la falta de incentivos financieros para hacerlo. El ozono y el PH son sustancias no patentables y baratas de fabricar y usar”.
El ozono (O3) y el PH (H2O2), son las sustancias más simples para oxigenar eficazmente el cuerpo y sus mecanismos de acción son similares: al ingresar al organismo, ceden el átomo extra de oxígeno, generando un ambiente rico en dicho elemento. Además del uso medicinal, el ozono se usa desde hace un siglo como purificador del agua para consumo, dado que elimina bacterias y virus. Embotelladoras de agua e industrias alimentarias lo utilizan para proteger y purificar alimentos. Mientras que el ozono requiere administración médica o un equipo para ozonizar el agua, el PH (agua oxigenada) es la forma más sencilla para oxigenar caseramente el organismo.
EL PEROXIDO DE HIDROGENO
El agua oxigenada (H2O2), técnicamente conocida como peróxido de hidrógeno (PH), se desarrolló en la década de 1920 con el objetivo de contener infecciones y gangrenas de soldados en el frente de batalla, beneficio que se hizo evidente durante la 2ª Guerra Mundial. Siendo un producto versátil y útil en el hogar, no se lo difunde adecuadamente, tal vez porque es simple de obtener y no genera gran rentabilidad. En nuestro contexto depurativo, el agua oxigenada tiene la virtud de ser un práctico bactericida, un eficaz recurso desparasitante y sobre todo, un eficiente aportante de oxígeno.
Dado que el PH es simplemente agua con un átomo extra de oxígeno, al ingresar al organismo libera dicho átomo y eleva la concentración de oxígeno, lo cual acredita sus propiedades germicidas, viricidas, antisépticas, desinfectantes y desodorizantes. Muchos creen que se trata de una sustancia artificial, desconociendo que el PH se produce naturalmente en el cuerpo y es parte esencial de los ciclos naturales. Incluso la leche materna y sobre todo el calostro de los primeros días, tiene gran concentración de PH, lo cual explica su acción estimulante sobre la inmunología y los procesos metabólicos del bebé. Otro productor natural de PH es la miel de abejas, rica en enzima peroxidasa, gracias a la cual puede generar PH; esto permite comprender mejor su poder bactericida y germicida, obviamente siempre y cuando no haya sido calentada (las enzimas se inactivan por sobre 50°C).
El PH permite al organismo regular la correcta función de las membranas biológicas. Es esencial su función como regulador hormonal, para que el organismo produzca adecuados niveles de progesterona, estrógenos y tiroxina. También es clave en la regulación del azúcar en sangre y de los mensajeros químicos que operan en el cerebro y en el sistema nervioso.
En la naturaleza, el agua de arroyos que fluyen con rapidez, posee altos niveles de PH, lo cual le confiere el característico sabor fresco y limpio. Por el contrario, el agua estancada tiene bajo contenido en oxígeno y es caldo de cultivo de bacterias. En famosos manantiales de aguas curativas (Himalaya, Lourdes) también se advierte la presencia de altos niveles de PH, detectables también en el agua de lluvia que tan bien hace a los vegetales. Incluso algunos agricultores orgánicos agregan PH al agua de riego de sus cultivos, para obtener mejores rendimientos. Del mismo modo, los criadores de animales y mascotas tienen en el PH un aliado económico y sencillo de administrar, a través de los bebederos.
Como explica Cavanaugh, “el cuerpo humano produce constantemente PH. El sistema inmune lo utiliza para oxidar invasores como virus, parásitos, bacterias y hongos. Sin embargo, los organismos carentes de oxígeno son incapaces de producir por su cuenta suficiente peróxido. Allí radica la importancia de suplementar a través del agua oxigenada. Además de generar el buen desarrollo de las benéficas bacterias aeróbicas, el adecuado nivel de oxígeno interno tiene fundamental importancia en la correcta función tiroidea, en el equilibrio hormonal y en la eficiencia inmunológica”.
El Dr. William Douglass en su libro “Peróxido de hidrógeno: milagro médico” va más allá al decir: “Las células que combaten las infecciones, llamadas granulocitos, producen PH como primera línea de defensa contra todo tipo de organismos invasores (parásitos, virus, bacterias, cándidas). Ningún otro componente químico se asemeja al peróxido en la importancia que tiene en la vida de este planeta”.
Haciendo un poco de historia, durante la 1ª Guerra Mundial los médicos usaron inyecciones intravenosas de PH para tratar exitosamente la neumonía y fue el arma exitosa para combatir la epidemia que estalló poco después de la guerra. Otro pionero en el uso de esta sustancia fue el sacerdote Richard Willheim, quién creo en los años 40 un instituto para difundir sus beneficios terapéuticos, tras comprobar su efectividad en enfermedades como la poliomielitis, afecciones mentales causadas por bacterias y problemas de la piel.
En los años 50 el Dr. Reginald Holman comprobó la desaparición de tumores en animales, por simple administración de PH en el agua de beber. En los años 60 se popularizó el uso del PH en Alemania, Rusia y Cuba, mientras que las sociedades médicas estadounidenses desalentaron su empleo y excluyeron su enseñanza en las universidades. En 1986 el Dr. Charles Farr (candidato al Nobel de Medicina en 1993) introdujo el concepto de terapia bioxidativa, lo cual generó un nuevo desarrollo del uso terapéutico del ozono y el PH.
EL MITO DE LA OXIDACION
Además de las obvias aristas comerciales, una de las cuestiones que despierta controversia médica en el uso de las terapias oxigenantes (ozono, PH) es el potencial riesgo oxidativo. La oxidación es el proceso que provoca herrumbre en los metales, ennegrecimiento en una manzana recién cortada o enranciamiento de aceites. Los científicos adscriben a este fenómeno la génesis del envejecimiento prematuro y por ello se recomienda tanto el consumo de antioxidantes.
Veamos algunos conceptos. En primer lugar la oxidación es un proceso de transferencia de electrones, que modifica la característica de las sustancias involucradas. Si bien estos procesos se relacionan con la presencia del oxígeno, puede darse oxidación sin intercambio de oxígeno. La respiración es un proceso clásico de oxidación, tanto en humanos (oxigenación de la sangre en los pulmones) como en vegetales (es el proceso que genera la fotosíntesis).
En la medicina ortodoxa se considera que incorporar elementos oxigenantes como el ozono y el PH, pueden generar compuestos reactivos conocidos como radicales libres. Se define al radical libre, como un átomo que posee un número impar de electrones y a fin de equilibrarse buscar "robar" de otra molécula el electrón faltante, lo cual puede poner en marcha una cascada de eventos (cascada radicalar), ya que las moléculas "robadas" intentarán a su vez reequilibrarse. Este proceso sirve de sostén causal al envejecimiento precoz y a la recomendación del consumo de suplementos antioxidantes.
Sin embargo, los radicales libres no son necesariamente malos. Es más, muchos de ellos son esenciales a la vida, como el radical superóxido o el radical hidroxilo, que se producen en el organismo para proporcionar energía a la célula. Las cascadas radicalares son desencadenadas por el sistema inmune como medio para eliminar virus, bacterias y hongos. Los radicales libres juegan un papel crucial en la regulación hormonal, se producen en cantidades elevadas durante el ejercicio físico vigoroso y también lo generan, como efecto no deseado, medicamentos de uso corriente como el paracetamol.
Los estudios de la medicina bioxidativa muestran en balance el efecto más bien benéfico de las cascadas radicalares, por su fuerte actividad bacteriostática, antiviral y antifungosa sistémica. Por ello recomiendan acompañar estas terapias con dietas libres de proteína animal (el metabolismo cárnico produce una carga adicional innecesaria de radicales libres) y alto consumo de vegetales (aportan principios equilibrantes y antioxidantes).
Pero además, hay un detalle no menor que lo aclara perfectamente Cavanaugh en su libro: “Pocos saben que cada célula humana está envuelta por una capa enzimática que la hace resistente a la oxidación. Por su parte, bacterias, virus y microorganismos causantes de enfermedades, no poseen esta capa enzimática y por eso se oxidan al contacto con el oxígeno liberado por el ozono o el PH. El Dr. Frank Shallenberger, especialista en pacientes con Sida, afirma que el uso de estos elementos oxigenantes incrementa la eficiencia del sistema enzimático antioxidante, que neutraliza los radicales libres en exceso y mejora por tanto la inmunidad celular”.
USO DEL AGUA OXIGENADA
La utilización del agua oxigenada es sencilla y confiable, siempre que se respeten calidades (grado alimentario) y dosificaciones (usar solo al 3%), estando apenas contraindicada en pacientes trasplantados, ya que el PH estimula el sistema inmune y ello puede generar rechazo hacia el órgano “extraño” al cuerpo. Si bien su campo de aplicación es muy vasto, aquí nos ocuparemos principalmente de su consumo como eficaz bactericida y desparasitante.
Del mismo modo, nos referimos solamente al uso interno del PH grado alimentario al 3% (10 volúmenes), desaconsejándose el uso interno del agua oxigenada grado farmacéutico (es solo para uso externo), por contener estabilizantes químicos como acetanilida, fenol, estannita sódica y fosfato tetrasódico. Más tóxica aún es el agua oxigenada grado esteticista, empleada en peluquerías para aclarar el cabello, pues contiene estabilizantes como la lejía.
En su libro “El envejecimiento humano, oxigenación", el ingeniero químico brasileño Francisco Antunes brinda indicaciones precisas acerca de su administración para ingesta: “En el torrente sanguíneo el PH se descompone en agua y oxígeno libre, acrecentando considerablemente su nivel en el plasma sanguíneo. Se puede comenzar usando diariamente de 10 a 20 gotas de agua oxigenada 10 volúmenes, diluidas en un vaso de agua que conviene beber lejos de las comidas. Una dosis de 10 gotas de PH 10 volúmenes, corresponde a 20cc de oxígeno puro que se introduce en el organismo y se libera en las reacciones que ocurren dentro. Es fácil comprobar la ausencia de contraindicaciones en este mecanismo sencillo, ya que no hay intoxicación, intolerancia o cualquier acción negativa. En tratamientos curativos o preventivos recomiendo de 1 a 5 gotas de PH 10 volúmenes, cada cinco kilos del paciente, aumentando o reduciendo la dosis en función a los resultados”.
Por su efecto oxidante y aniquilador de microorganismos patógenos, el uso del PH puede (y debe) generar una cierta crisis depurativa, cuya magnitud dependerá siempre del estado general de la persona. Esto no es una mala señal, al contrario; son los síntomas del llamado efecto Herxheimer. El cuerpo simplemente está desechando patógenos muertos y limpiándose en profundidad. Puede haber diarrea y a veces puede manifestarse alguna sensación nauseosa. La persona se sentirá mucho mejor después de la diarrea, que no es causada por ninguna bacteria o virus, ni es un efecto secundario. No se debe tomar ningún anti diarreico; la diarrea desaparecerá sola cuando los patógenos hayan abandonado el organismo. También puede haber episodios de picores, eccemas, gases intestinales, etc. Son todas manifestaciones del efecto desparasitante.
Otro uso del agua oxigenada grado alimentario, es la potabilización de agua de origen dudoso durante viajes o paseos. Para estar seguros, basta echar algunas gotas y esperar unos minutos antes de beber, a fin que se produzca la eliminación de eventuales bacterias nocivas. En este sentido y a fin de evitar confusiones, vale aclarar que el PH no daña las bacterias benéficas del organismo (flora intestinal), dado que son aeróbicas y por tanto se benefician de un ambiente rico en oxígeno. El daño lo sufren los microorganismos anaerobios.
Veamos a continuación otras posibilidades del agua oxigenada, para utilizarla eficazmente en el hogar:
1. Una cucharada de agua oxigenada, usada para gárgaras, mantenida en la boca durante algunos minutos y luego eliminada, mata gérmenes bucales, blanqueando los dientes.
2. Mantener los cepillos de dientes en una solución de agua oxigenada, evita la proliferación de bacterias que causan gingivitis y otros problemas bucales.
3. Un poco de agua oxigenada en un paño, desinfecta las superficies mejor que cualquier otro producto; excelente para usar en cocinas y baños.
4. Utensilios para manipulación de alimentos se pueden desinfectar luego de su uso, con un poco de agua oxigenada, que elimina cualquier bacteria o germen, incluida la salmonella.
5. Aplicada en los pies evita los problemas de hongos que causan afecciones y mal olor.
6. Aplicada en las heridas, coagula hemorragias, evita infecciones y ayuda en la cicatrización; aún en casos de gangrena.
7. En una mezcla a partes iguales con agua pura, puede ser goteada en la nariz, en caso de resfriados y congestiones respiratorias; solo se debe retener algunos instantes y luego sonarse, lo cual mata gérmenes y otros microorganismos nocivos.
8. Un poco de agua oxigenada en el agua de la bañera ayuda a mantener la piel saludable, pudiendo ser usada en casos de micosis u hongos.
9. Ropas que requieran desinfección (toallas, pañuelos, etc), o aquéllas en contacto con secreciones corporales y sangre, pueden ser totalmente desinfectadas si se remojan en una solución conteniendo agua oxigenada, antes del lavado normal.
10. En caso de semillas que puedan contener hongos o aflatoxinas, basta remojarlas 20 minutos en agua con algunas cucharadas de PH, enjuagando luego.
ADVERTENCIA IMPORTANTE
Es natural que ante tanta evidencia, el lector se sienta atraído para experimentar los beneficios de la oxigenación, mediante cualquiera de los recursos aquí tratados. Y esta bueno que ello ocurra, pero no debemos perder de vista dos cuestiones importantes. En primer lugar, si bien es siempre positivo oxigenar, debemos considerar a este abordaje sólo como una herramienta más del Proceso Depurativo, evitando la ingenuidad de pensar en términos de: “total, como estoy oxigenando, puedo seguir conviviendo con hábitos de vida insanos”. La oxigenación es parte indivisible de un proceso basado en “limpiar y no ensuciar”, que requiere la rectificación del estado de crónico ensuciamiento.
Así como debemos depurar la estructura orgánica y utilizar el alimento más fisiológico posible, también debemos apuntar a la relajación, ya que el estrés es una condición que promueve la anaerobia interna y por tanto el caldo de cultivo ideal de las modernas enfermedades. Y esto tiene una explicación absolutamente fisiológica y objetiva, que desarrolla el Dr. Bruce Lipton (biólogo celular de Harvard) en su clásico libro “La biología de la creencia”.
Nuestro sistema nervioso autónomo se compone a su vez de los sistemas simpático y parasimpático. En circunstancias normales, las células están bajo la influencia del sistema parasimpático y llevan adelante sus funciones habituales, estando “abiertas”, o sea permeables para recibir oxígeno, absorber nutrientes y eliminar desechos. En este escenario, que debería ser nuestro estado natural, los abordajes oxigenantes funcionan, ya que la célula está en condiciones de recibir oxígeno.
Ahora bien, cuando estamos sometidos a una situación estresante (generalmente convertimos algo en estresante, más que nada por una distorsionada percepción del evento, que por el inherente peligro de la situación), el control pasa a manos del sistema nervioso simpático, que nos prepara eficiente y fisiológicamente para la reacción de “luchar o escapar”. Además de cientos de cambios químicos (incremento del pulso, dilatación de pupilas, vasoconstricción, etc), lo que aquí nos interesa es el “cierre” de las células, cuya membrana se hace impermeable, en preparación a la respuesta biológica. Esto hace que la célula sea incapaz de recibir oxígeno, aunque este elemento fluya en abundancia; esto explica la ineficiencia de un abordaje oxigenante en un contexto estresante.
En condiciones normales, el evento estresante (peligro real) ocurre en contadas ocasiones y por períodos breves, frente a los cuales la incorrecta función celular tiene efectos casi intrascendentes. Ahora bien, si la situación de estrés es causada por una percepción distorsionada de la realidad (creencias, suposiciones, temores, etc), los periodos se hacen abundantes y crónicos. Entonces el “bloqueo” celular se convierte en un gran problema cotidiano, ya que la célula no recibe oxigeno, no absorbe nutrientes, no elimina desechos y no cumple con su función básica ni con su ciclo reproductivo.
Por tanto si no resolvemos la causa profunda del problema (en este sentido son de gran ayuda la limpieza hepática profunda, el desparasitado y la modificación de hábitos nutricionales), la prolongada exposición al estrés favorecerá la instalación de estados patológicos, frente a los cuales será relativo el efecto de un abordaje oxigenante. De nuevo: no hay panaceas, sino herramientas que debemos usar sinérgica y complementariamente, tal como indicamos en el Proceso Depurativo. Y el oxígeno no es una excepción
OXIGENO Y ALIMENTOS

La importancia de los  vegetales crudos.

Muchos podrán pensar que la naturaleza todo lo prevé y por tanto basta con respirar bien (cosa que veremos a continuación). Es más, hay personas que pueden vivir solo en función a la respiración, captando del aire inhalado todo aquello necesario para la vida y sin necesitar alimentos físicos (practicantes del pranayama, respiratorianos, pránicos, meditadores, etc). Pero lo que la naturaleza no puede prever es la modificación antifisiológica de nuestros hábitos alimentarios.
En este sentido, nuestros alimentos fisiológicos (frutas, hortalizas) garantizan el adecuado aporte de agua y oxígeno, y su correcto metabolismo nutricio. Pero hace unos 10.000 años (apenas instantes en un proceso evolutivo de cinco millones de años), al dominar la agricultura, el ser humano recurrió a los granos amiláceos como sustento nutricio. La producción y el fácil almacenamiento, convirtió a cereales y legumbres en reaseguro de supervivencia frente a las frecuentes carencias alimentarias y permitió sostener la vida aún en lugares climáticamente adversos para el ser humano.
El desarrollo de la agricultura y la ganadería, marcó un hito en la evolución humana; pero lejos retornar a la esencia fisiológica en lo alimentario (somos frugívoros), nuestros antepasados incorporaron estos recursos de supervivencia al acerbo cultural, por diversas razones que exceden al tratamiento del tema. Y esto, si bien permitió el desarrollo de muchas civilizaciones, también se convirtió en fuente de problemas, dado que no poseemos habilidades fisiológicas para consumir importantes cantidades de granos amiláceos, cosa que sí poseen animales evolucionados en función a ellos (granívoros).
Si bien el tema se desarrolla aparte, la oxidación de altos niveles de azúcares aportados por los granos, genera gran demanda de oxígeno, cuya satisfacción es problemática para los humanos, dado nuestra limitada bomba circulatoria (el corazón de los granívoros representa el 10% de su peso total, algo así como 7kg en un humano) y nuestra reducida incorporación de oxígeno (no volamos ni tenemos sacos alveolares, como los granívoros).
Cuando ingieren granos amiláceos, los granívoros ponen en marcha mecanismos fisiológicos adecuados al torrente de azúcares que circulará en sangre. En primer lugar las aves hacen un gran consumo de energía en actividades exigentes como el vuelo. Por otra parte, disponen de una estructura cardiopulmonar de alta eficiencia, que les permite resolver dos cuestiones básicas: mantener semejante cantidad de azúcar en movimiento u atender la elevada demanda gaseosa del metabolismo de los hidratos de carbono.
El ser humano es sedentario y no realiza (menos hoy día) esfuerzos que por intensidad y duración demanden tanta energía como el vuelo de las aves. Esto trae aparejada la necesidad de disipar el exceso de azúcar circulante, por lo cual se advierte abundante calor en el cuerpo tras su consumo. Esto acarrea hiperactividad del páncreas, que debe poner en marcha, con el auxilio del hígado, un mecanismo para convertir rápidamente el azúcar simple en glucógeno de reserva. Este proceso debe invertirse nuevamente en caso de necesidad, volviendo a convertirse el azúcar de reserva (glucógeno) en azúcar simple (glucosa).
El carbono y el hidrógeno que componen las cadenas de los azúcares, terminan convirtiéndose (por oxidación) en dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O). La cantidad de oxígeno necesaria para llevar adelante el metabolismo gaseoso, exige al sistema respiratorio de manera continua. Por esa razón los pájaros están dotados de los sacos aéreos, especies de estructuras suplementarias de los pulmones, que les permiten almacenar e insuflar el suplemento de oxígeno necesario para la oxidación del abundante volumen de carbono e hidrógeno circulante en sangre.
El aparato cardiopulmonar humano es sometido a dura exigencia tras una comida de granos. En el caso de personas sedentarias, esto generará una demanda energética y una toxemia adicional, que a largo plazo termina desvitalizando al individuo. La fatiga y el desgaste cardiopulmonar son moneda corriente en los grandes consumidores de cereales. Esto resulta fácil de comprobar, a través de la amplificación del pulso cardíaco durante la digestión y el incremento de las pulsaciones, como si se hiciese un ejercicio físico importante.
En síntesis: para combatir el estado de anaerobia, debemos nutrirnos con alimentos fisiológicos (frutas, hortalizas, semillas), evitando la cocción. Como vimos, el proceso de cocimiento reduce el natural contenido de oxígeno de los alimentos crudos. Por su parte, la necesidad de conservación de la escala industrial, estimula el uso de procesamientos que incrementan la deficiencia de oxígeno en los alimentos. La dieta promedio tiende a ser muy deficiente en su aporte oxigenante. Otro detalle no menor es el moderno consumo cotidiano de antibióticos (fármacos, alimentos, aguas de consumo) que hace estragos en las bacterias aeróbicas (productoras de oxígeno) de la flora intestinal.
Por todo esto, el cambio de hábitos alimentarios se hace imprescindible, a fin de mejorar el aporte oxigenante a través de alimentos vitalizantes. Pero a veces puede no ser suficiente para revertir una carencia crónica. Por tanto también debemos conocer y utilizar otros recursos oxigenantes, como la respiración profunda y el agua oxigenada.
Extraído del libro "El Proceso Depurativo".
EL MOVIMIENTO Y RESPIRACION

La respiración profunda

Resulta obvia la necesidad de incrementar la oxigenación interna, para mejorar el metabolismo digestivo, contrarrestar las parasitosis anaerobias, optimizar la función celular y poder drenar la toxemia circulante. Por tanto, toda actividad física que practiquemos, será netamente favorable y auspiciable: caminar, correr, pedalear, nadar, etc. La mejor actividad física es siempre “aquella que se hace”. Lo importante es el ritmo (algo cada día) y la continuidad (todos los días). Por ello es recomendable ponerse metas pequeñas pero sustentables en el tiempo.
Es poco productivo entusiasmarse con rutinas intensas y abonos de gimnasios, que luego no podemos sostener a causa de obligaciones y distracciones varias. Más vale comenzar con al menos 30 minutos diarios de caminata a buen ritmo, pero hacerlo todos los días. Buscar actividades que sean agradables, ya que esto no es para “sufrir” o “extenuarse”. Tratar que el ámbito sea placentero y que podamos articular la actividad con nuestra rutina cotidiana, siendo siempre preferibles los momentos de amanecer y atardecer.
Obviamente hay prácticas especialmente recomendables por su aspecto oxigenante. Una de ellas es el yoga, pues combina el movimiento muscular y el ritmo respiratorio. En las asanas (posturas), las posiciones sostenidas en el tiempo, posibilitan un adecuado drenaje sanguíneo de los músculos comprimidos. Este efecto “esponja” permite que el tejido muscular se vacíe al armar la postura; por el contrario, al desarmar la postura, posibilitamos que nueva sangre oxigenada irrigue adecuadamente al músculo.
Otra cuestión importante de las asanas, es el manejo del ritmo respiratorio. Si bien hay varias técnicas, en general el tiempo asignado a la expiración es el doble de la inspiración, mientras que se suele sugerir una sostenida pausa intermedia. Estos tiempos permiten oxigenar mejor la sangre y activan el sistema linfático, favoreciendo tanto el drenaje de desechos gaseosos por vía pulmonar, como de toxemia sólida mediante el drenaje linfático. Por último, y esto no es menos importante, la respiración es un formidable medio de autorregulación física y psíquica, ya que incide sobre los estados emotivos y permite canalizar las emociones.
En lo personal, además de las caminatas, he buscado armar una secuencia completa de 40 minutos para hacer diariamente en casa, temprano en la mañana, antes de la actividad cotidiana. Hago unas respiraciones profundas (oxigenan), una serie de movimientos de chi kung (movilizan la energía) y luego una serie de asanas de yoga (posturas y contraposturas). Con apenas 40 minutos, uno queda listo para la actividad cotidiana, habiendo movilizado y oxigenado el organismo, cosa que complemento luego con 30 minutos de caminata a buen ritmo.
LA TECNICA EXPLICADA
Tal como ocurre en el yoga, quienes desean practicar técnicas respiratorias, tienen a disposición gran cantidad de técnicas detalladas en profusa cantidad de libros y manuales. Pero aquí nos permitimos sugerir los elementos básicos para una adecuada respiración profunda, que podemos practicar en cualquier momento y circunstancia. Lo importante es tomar consciencia del ritmo respiratorio (espirar, retener, inspirar) y de los espacios respiratorios (bajo, medio, alto). Es algo que podemos hacer en cualquier momento del día y en cualquier posición (sentados, acostados, parados). O sea, no hay excusas para no llevarla a cabo.
Aunque respirar es la primera reacción instintiva de nuestra vida y es un acto absolutamente reflejo, con el tiempo llegamos a respirar muy mal o en forma incompleta, por lo cual debemos conocer sus bases fisiológicas y practicar la técnica. Solemos creer que la respiración comienza al inhalar, pero en realidad las enseñanzas orientales parten de una profunda exhalación, ya que no se puede llenar algo que no ha sido completamente vaciado.
Debemos tener en cuenta que la espiración profunda debe llevar el doble de tiempo que la inspiración. Además, el ritmo de vaciado y llenado debe ser lento, a tal punto que el proceso debe ser lo más silencioso posible (no debería escucharse ruido alguno, cosa que ocurre cuando respiramos aceleradamente). La respiración debe ser cómoda y no debe requerir esfuerzos. La exhalación implica la relajación de los músculos respiratorios. El tórax se hunde bajo su propio peso, y al hacerlo, expulsa el aire. La lentitud de la espiración se verifica mediante el silencio. La última etapa de la exhalación puede ayudarse con la contracción de los músculos abdominales, para expulsar los últimos restos de aire viciado.
Una respiración completa y profunda, debe contar de tres tiempos bien evidenciados, que conviene registrar físicamente. Tras la completa exhalación, se comienza llenando la base de los pulmones (abdomen expandido), luego la zona central (pectorales expandidos) y finalmente la parte superior (clavículas alzadas). Estos tres “tiempos” se deben integrar en un solo ritmo, lento y continuo, que se reproduce luego de un pequeño intervalo, en idéntico orden durante la exhalación. Al comienzo, para tomar consciencia del correcto llenado/vaciado de estas áreas pulmonares, podemos auxiliarnos con las manos (sobre el abdomen y luego sobre el tórax) y elevando los hombros (alzado de clavículas), a fin de registrar el desplazamiento.
Resumiendo, así podemos sintetizar una correcta respiración profunda:
1) Exhalar: vaciar abdomen, contraer tórax y bajar hombros.
2) Retener unos segundos.
3) Inhalar: llenar abdomen, expandir tórax y elevar hombros.
4) Retener unos segundos.
Es importante respetar la lentitud (silencio respiratorio), el registro (con manos y movimiento de clavículas) y un tiempo de espiración más lento (el doble) que la inhalación. Por ejemplo, si lo hacemos caminando, podemos medir el tiempo por pasos: inspiración durante 6 pasos, retención en 3 pasos y espiración en 12 pasos. Si lo hacemos acostados o sentados, podemos contar mentalmente. Con el tiempo y la práctica cotidiana, esto se debe convertir en algo automático e intuitivo.
Veamos algunos efectos fisiológicos de la respiración profunda, más allá de la oxigenación: tonifica el sistema respiratorio; estimula el corazón (lo masajea); favorece el movimiento peristáltico; ayuda al funcionamiento del estómago, el bazo, los riñones, el hígado y la vesícula; colabora con el equilibrio del sistema endócrino; mejora la calidad de la sangre (y de la función cerebral) al optimizar la eliminación de gas carbónico y la absorción de oxígeno; incrementa la energía, la resistencia inmunológica y la vitalidad de órganos y tejidos. A nivel psíquico, favorece el desarrollo de la autoconfianza, el autodominio, la claridad mental y el entusiasmo vital, induciendo un estado de paz y serenidad. Una respiración lenta y profunda puede calmar rápidamente la agitación más desordenada y mejorar la capacidad de atención.
Extraído del libro "El Proceso Depurativo".
EL ROL DEL OXIGENO


Resulta tan evidente la carencia de oxígeno en los organismos crónicamente ensuciados, que hemos incluido este sexto andarivel del Proceso Depurativo, a fin que las personas prioricen la reversión del habitual y peligroso cuadro de anaerobia interna. Este factor causal de la mayoría de los problemas de salud, pasa generalmente inadvertido por la ortodoxia médica. De allí la importancia de comprender la función del oxígeno, los inconvenientes que genera su carencia y las herramientas disponibles para revertir el problema.
Con justa razón se le atribuye tanta importancia al agua y a la hidratación, dado su rol clave en la constitución y en el funcionamiento orgánico. Pero mientras se toma consciencia que dos terceras partes de nuestro organismo están constituidas por agua, no parece otorgársele la misma trascendencia al hecho que el oxígeno es el elemento que compone el 65% de nuestra estructura física. Por el contrario, tanto se habla y se manipula acerca de la necesidad de calcio, cuando este mineral forma apenas el 1,38% del organismo.
Quién se adentra un poco en la función orgánica y celular, comprende que todo gira en torno al oxígeno, el elemento más abundante en la corteza terrestre: un 20,9% del aire (en volumen) es oxígeno. Es el elemento esencial en los procesos de respiración de la mayor parte de las células vivas y en los procesos de combustión. Es uno de los elementos más importantes de la química orgánica, indispensable en el ciclo energético de los seres vivos, y esencial en la respiración celular de los organismos aeróbicos, como los seres humanos.
El oxígeno respirado por los organismos aerobios (liberado por las plantas mediante la fotosíntesis), participa en la conversión de nutrientes en energía (el oxígeno es usado durante la oxidación de la glucosa) y es imprescindible para la vida. Todas las células del cuerpo humano precisan del oxígeno para poder vivir, pues interactúa con elementos químicos, nutrientes, vitaminas y minerales para que el organismo obtenga adecuados niveles de energía. Pero el cuerpo no puede almacenar oxígeno, por lo tanto, es necesario abastecer las células con un suministro regular de oxígeno.
De allí la importancia de una adecuada respiración, aunque veremos luego que esto no es todo. Cada inhalación contiene normalmente 21% de oxígeno; de esta cantidad el organismo utiliza una cuarta parte para generar energía y el sobrante (16%) es expulsado en cada exhalación. El oxígeno que es inhalado hacia los alvéolos, es recogido por la sangre alrededor de estos sacos de aire, transportándolo de regreso al corazón y a todo el cuerpo. A medida que el oxígeno es absorbido por la sangre, el dióxido de carbono es eliminado como producto de desecho, regresando a los pulmones y siendo exhalado fuera del cuerpo.
Una buena oxigenación no solamente permite mantenernos vivos, sino que, promueve la salud en general. Es sabido que el organismo puede trabajar con algunas carencias; el ser humano puede resistir sin alimento varias semanas, sin agua, varios días, pero solamente puede sobrevivir unos minutos sin oxígeno. Al no recibir la cantidad adecuada de oxígeno, las células comienzan un deterioro importante, y de no recibir oxígeno mueren definitivamente, sin la posibilidad de regeneración.
Uno de los síntomas más comunes de falta de oxigenación, es sentirse desganado, mareado o con la necesidad de bostezar constantemente. Esta simple falta de oxígeno en el organismo, provoca pérdida de concentración, problemas de aprendizaje y malestar en general. Es sencillo comprobar cómo esos síntomas remiten tras una caminata en un entorno arbolado. Normalmente el corazón humano bombea un promedio de 70 veces por minuto. Los pulmones respiran aproximadamente 14 veces por minuto.
El sistema respiratorio es también sensible a los niveles de acidez corporal, influyendo sobre las funciones cerebrales, que a su vez controlan la respiración. La falta de oxígeno puede resultar en muerte clínica y eventualmente en muerte biológica. También existe una relación entre la cantidad de oxígeno que maneja el organismo y el metabolismo del sistema digestivo. Más oxígeno tenga disponible el organismo, mejor funcionará el proceso digestivo. Además del aire, también recibimos oxígeno en nuestra cadena alimentaria a través de los vegetales frescos y crudos.
RESPIRACION Y OXIDACION
Todos los procesos de la vida están relacionados a procesos de oxidación y reducción. Cada célula de nuestro cuerpo depende de la sangre para su provisión de oxígeno. La cantidad de oxígeno en la sangre que circula por las arterias, determina la vitalidad y la salud celular, condiciones que dependen del aporte de oxígeno a través del fluido sanguíneo. Si la respiración es defectuosa, no se oxigena bien la sangre. Por otra parte, el proceso respiratorio también estimula los procesos eléctricos de cada una de las células. En ese sentido, puede decirse que el verdadero órgano de la respiración no es otro que... ¡la sangre! Y los pulmones no pasan de ser el lugar donde ésta se lleva a cabo.
El aporte de oxígeno es sólo un aspecto de la función respiratoria, que comprende también la expulsión del anhídrido carbónico. Las células no disponen de ningún otro medio para desembarazarse de los restos que producen, fuera de arrojarlos a la sangre; dicha purificación tiene lugar especialmente en los pulmones. Además, en pulmones mal ventilados, innumerables gérmenes (anaeróbicos) pueden desarrollarse en la oscuridad tibia y húmeda que les resulta favorable. El bacilo de Koch, por ejemplo, no resiste la presencia del oxígeno. La respiración correcta, al asegurar la ventilación completa de los pulmones, inmuniza contra la tuberculosis. Ya en 1783 el Dr. Caillens descubrió el usó de oxígeno para contrarrestar los efectos de la entonces llamada tisis pulmonar.
La buena respiración también activa el sistema linfático, componente clave de nuestro organismo por ser vía de eliminación de las toxinas y parte esencial de nuestro sistema inmunológico. Todas las células están rodeadas de líquido extracelular y linfa. Pero mientras la sangre es bombeada por el corazón, la linfa (también llamada “sangre blanca”) sólo es impulsada por la actividad muscular y por la respiración. O sea que aquí también dependemos del movimiento y la actividad física.
El doctor Otto Warburg, premio Nobel en 1931 y director del Instituto Max Planck de Fisiología Celular, investigó los efectos del oxígeno sobre las células. Y logró transformar células sanas en cancerosas con solo reducir la cantidad de oxígeno que recibían las mismas. Esto explica en cierto modo, el hecho que uno de cada tres norteamericanos contraiga cáncer, mientras que entre los deportistas estadounidenses, esa proporción es de uno cada siete.
Otro aspecto importante al analizar la cuestión de la oxigenación orgánica, tiene que ver con las numerosas y omnipresentes parasitosis internas. Si bien la cuestión es abordada aparte, es clave comprender que la mayoría de nuestros “huéspedes animados” son seres anaeróbicos, o sea que en su metabolismo no utilizan oxígeno, elemento que les resulta tóxico. En este sentido, es claro que tanta parasitosis interna es fisiológicamente desarrollada por ambientes carentes de oxígeno.
El ambiente contaminado de las grandes ciudades conspira contra el adecuado nivel de oxígeno orgánico proveniente de la respiración. Frente al natural 20% de oxígeno atmosférico, en aéreas polucionadas se llega a la mitad de dicha concentración. A esto se suma la presencia de tóxicos ambientales, el malsano hábito del cigarrillo y la obligada aspiración pasiva del humo de los fumadores. Entonces, por una cuestión de preservación instintiva (absorber menos contaminantes), la respiración se nos hace más lenta y superficial. Y ni hablar de la contribución negativa que en materia de baja oxigenación, nos aporta el moderno estilo de vida sedentario.
A todo ello se suma la reducción de oxígeno en las aguas potabilizadas (el cloro elimina oxígeno) y entubadas (no tienen contacto con el aire). Pero lo más importante es la dramática disminución del oxígeno alimentario, a causa del moderno consumo masificado de alimentos cocinados y procesados. La cocción reduce el natural contenido de oxígeno de los alimentos crudos. Por su parte, la necesidad de conservación en la industria, estimula el uso de procesamientos que incrementan la deficiencia de oxígeno en los alimentos. Otro detalle no menor es el moderno consumo cotidiano de antibióticos (fármacos, alimentos, aguas de consumo) que hace estragos en las bacterias aeróbicas (productoras de oxígeno) de la flora intestinal.
En general, el moderno estilo de vida tóxico (alimentación basura, contaminación ambiental) conspira también contra el adecuado nivel de oxígeno plasmático. Las células sanguíneas, cuya función principal es el transporte de oxígeno en el cuerpo, se convierten obligadamente en un sistema de eliminación de residuos tóxicos, ineficiente por cierto. Esto termina configurando el ya denunciado cuadro de ensuciamiento corporal crónico, donde es fácil advertir que conviven la anaerobia, la acidosis y el bajo nivel vibracional. De allí la necesidad de abordar el Proceso Depurativo, perfectamente complementado con prácticas y recursos oxigenantes.
Extraído del libro "El Proceso Depurativo".
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BAPLAROS
 
Depurativo y protector 

El Baplaros R es una formulación elaborada con técnicas homeopáticas, en base a extractos de tres hierbas de amplio efecto desintoxicante, digestivo y antitumoral: carqueja, llantén y romero.
Frente al colapso tóxico y al ensuciamiento crónico, es importante utilizar todas las herramientas posibles para llevar adelante la estrategia de limpieza del terreno, sea por medio de preparados vegetales como a través de reposos digestivos ó ayunos. El Baplaros R complementa perfectamente la acción depurativa del Tónico Herbario y potencia su efecto.
Del Baplaros R se pueden tomar diez gotas, preferentemente administradas bajo la lengua, hasta tres veces por día, no existiendo contraindicaciones para su empleo. A continuación veremos las propiedades individuales de cada hierba, teniendo en cuenta que por sinergismo, las mismas se potencian a través de esta combinación. Es el caso de la propiedad antitumoral, que surge como consecuencia del efecto combinado del preparado.
Carqueja (Baccharis crispa): Siendo excelente estimulante de las funciones hepáticas, biliares y digestivas, es aconsejada para: congestiones e inflamaciones de hígado y vesícula, ictericia, cirrosis, litiasis, cólicos hepáticos, cálculos, dispepsias y problemas digestivos de toda índole. Resulta depurativa y desintoxicante (reumatismo, gota, etc). Se usa como sudorífica, en afecciones asmáticas y como antiparasitario intestinal. Tiene actividad hipoglucemiante, siendo útil para los diabéticos. Es coadyuvante en el tratamiento de afecciones genito-urinarias. Es afrodisíaca para ambos sexos.
Llantén (Plantago major): Conocida también como Sietevenas, resulta una planta de amplio espectro. Es emoliente, expectorante, antitusígena, cicatrizante, hemostática, antiinflamatoria, antiséptica y reductora del colesterol. Útil en bronquitis, catarro bronquial, asma, tuberculosis pulmonar, neumonía, colitis, diarrea, estreñimiento crónico, inflamación de riñones y vejiga, colesterol, úlceras (asociar con ruda) y hemorroides. Enjuagues bucales y gárgaras se emplean en inflamaciones bucales, de encías, faringe, amígdalas y laringe. Externamente se emplea para afecciones oculares, úlceras varicosas, heridas, quemaduras y picaduras de insectos.
Romero (Rosmarinus officinalis): Tiene gran cantidad de aplicaciones y propiedades, terapéuticas y condimentarias. Estimula el sistema nervioso pero es sedante, calmando palpitaciones y vértigo. Es útil en casos de hipotensión, desórdenes circulatorios y menstruales, debilidad física, digestión difícil, flatulencia (gases), espasmos, problemas hepáticos y biliares, nivel elevado de colesterol, afecciones de las vías respiratorias, dolores reumáticos y migrañas. En cocina se lo utiliza como condimento por su aroma y sabor, y en conservas por sus propiedades antisépticas y antioxidantes.
Extraído del libro "Cuerpo Saludable"
CONTAMINACION AMBIENTAL Y ZEOLITA

Suplemento mineral depurativo

¿Quién puede considerarse hoy día, exento de contaminación ambiental? Aún quienes viven en lugares teóricamente incontaminados, están expuestos a una sumatoria de influencias tóxicas, en la mayoría de los casos indetectables o insospechadas. Este informe, lejos de alentar la paranoia obsesiva y depresiva, aspira solamente a despertar consciencia sobre nuestro ambiente y a brindar alternativas para morigerar los efectos de la contaminación sobre nuestra salud. No es cuestión de negar la realidad o ver todo perdido. Tenemos herramientas: basta reconocerlas y utilizarlas.
La industrialización y los avances tecnológicos en materia de síntesis química, han generado un grado tal de contaminación, inimaginable décadas atrás. Obviamente, la ciencia de la salud sigue considerando problemas “psicosomáticos”, genéticos o virales, a la mayoría de la sintomatología derivada de este agobio tóxico al que por primera vez se ve expuesto esta civilización.
Mucha gente, científicos incluidos, nos tranquilizan con argumentos que conforman un folclore discursivo insostenible: “Para eso está nuestro depurador orgánico: el hígado”. “Los gobiernos nos protegen con leyes y controles”. “El aumento de cáncer y degenerativas se debe a que vivimos más”. “Siempre la ciencia encuentra soluciones para los problemas”. ¿Le suenan?
Si bien la contaminación ambiental muestra antecedentes de vieja data (el caso del Imperio Romano y su contaminación con las entonces revolucionarias cañerías de plomo) y naturales en ciertos casos (efectos de erupciones volcánicas o contaminación de acuíferos), hoy vivimos inmersos en una magnífica sopa química artificial. Y nuestro organismo se ve obligado a convivir y sobrevivir con semejante exposición, intentando preservar la funcionalidad corpórea.
EN CASA ESTAMOS SEGUROS?
Por una parte, estamos expuestos a fuentes cada vez más virulentas e insospechadas. Emanaciones del tráfico y los procesos industriales, agroquímicos y pesticidas de la agricultura intensiva, química de la extracción de combustibles y minerales… parecen fuentes obvias, conocidas y “manejables”. Total, llegamos a casa, cerramos la puerta y ya estamos seguros ¿no? Pero lamentablemente allí empieza otra parte del problema.
Aerosoles, agua de red, alfombras, asbestos, adhesivos, aglomerados, humo, acondicionadores de aire, combustibles, cloro, aislantes, monóxido de carbono, pinturas, plásticos, plomo, insecticidas, productos de limpieza e higiene personal, cosméticos, solventes de lavandería, tintas, utensilios… son algunas de las fuentes contaminantes que nos esperan en el hogar. Sin contar que muchas de ellas van con nosotros durante el día, como los cosméticos o los materiales odontológicos.
En su intento por aliviar la carga tóxica en los fluidos (sangre, linfa, líquido extracelular) el organismo deposita los contaminantes que no logra eliminar por las vías fisiológicas (evacuaciones, orina, sudor, respiración) en la estructura misma (grasa, músculos, tendones, huesos, vísceras). Según refiere Brenda Watson en “Adiós toxinas”, los ciudadanos de naciones industrializadas llevan en sus organismos una media de 700 sustancias químicas sintéticas, la mayoría de las cuales aún no han sido evaluadas a fondo.
Y EN EL VIENTRE MATERNO?
Los mitos científicos se van derribando a medida que se realizan más estudios. Siempre se pensó que el cordón umbilical y la leche materna eran lugares seguros que protegían a la nueva vida. La detección en sangre del cordón umbilical de 287 compuestos industriales y contaminantes químicos relacionados con toxicidad en el cerebro y el sistema nervioso, cáncer, anomalías congénitas, retraso en el desarrollo y deficiencias inmunológicas, fue solo un primer paso.
Luego se analizó el útero materno y también se hallaron pesticidas, insecticidas y metales pesados (entre 242 y 319 de los 430 compuestos tóxicos buscados), con lo cual es obvio que la acumulación orgánica comienza antes del nacimiento y se prolonga durante toda la vida. Algo que debería servir de reflexión a las futuras madres, a fin de realizar un necesario proceso depurativo previo a la concepción de una nueva vida.
CONTAMINANTES Y ORIGEN
Un ejemplo de la convivencia cotidiana con las sustancias tóxicas es el mercurio, metal pesado que se almacena en el músculo cardíaco en concentración 22.000 veces más elevada que en la musculatura esquelética. En el envejecimiento, la natural disminución de masa muscular provoca liberación de estos compuestos tóxicos hacia los fluidos corporales, sobrecargando la ya agobiada estructura depurativa.
Si bien este texto no puede abarcar toda la problemática de la contaminación, veamos al menos algunos de los metales tóxicos comunes y su fuente de origen, con la idea de estimular el estado de alerta y la prevención:
Aluminio: antiácidos, medicamentos, levaduras de repostería, utensilios de cocina, desodorantes, cosméticos, papel de cocina, lluvia ácida, latas
Arsénico: agua de napas contaminadas, pesticidas, smog, humo de tabaco, combustión del carbón, protectores de madera, pigmentos en juguetes, cortinas y alfombras
Cadmio: tabaco, pilas, combustión vehicular, tinturas dentales, soldaduras, esmaltes cerámicos, teflón, fungicidas, plásticos, agua de red, humo de cigarrillo, pinturas, utensilios, fertilizantes, alimentos
Cobre: utensilios de cocina, empastes y coronas dentales, insecticidas
Mercurio: amalgamas dentales, vacunas, medicamentos, pinturas, pesticidas, pescados, fluorescentes, cosméticos, fieltro, suavizantes de ropa, adhesivos, fungicidas
Níquel: coronas y endodoncias dentales, grasas hidrogenadas, bisutería, pilas, humo de tabaco, acero inoxidable
Platino: odontología, escapes vehiculares
Plomo: pinturas, combustión vehicular, insecticidas, municiones, tinturas del cabello, agua de red, pilas, utensilios esmaltados, vidrios
A los metales tóxicos, debemos sumar el efecto de los contaminantes químicos. Un ejemplo es el popular glifosato, herbicida asociado al cultivo de la soja y cuyos efectos nocivos sobre la salud (la Unión Europea lo clasifica como "peligroso para el medio ambiente" y "tóxico para los organismos acuáticos") son muy conocidos.
El glifosato no solo contamina las napas de los acuíferos (solo Argentina arroja anualmente 180 millones de litros al acuífero Guaraní) sino que aparece en el poroto de soja y sus derivados alimentarios (aceites, jugos, milanesas). Tal es así que la legislación nacional debió modificarse, incrementando el nivel de glifosato tolerado en alimentos, que pasó de permitir 0,2 ppm a 20 ppm, o sea 100 veces más.
Se sabe que el glifosato actúa inhibiendo la enzima responsable de la formación de los aminoácidos tirosina (precursor de las hormonas tiroideas), fenilalanina y triptófano (claves en la depresión, el insomnio y el cociente intelectual).
CONTAMINANTES Y EFECTOS
El colapso tóxico que genera la continua y elevada afluencia de metales pesados y químicos contaminantes, se manifiesta en una abultada sintomatología que abarca todos los aspectos de nuestra función corporal. Si bien existen modernas técnicas de diagnóstico preciso (como el mineralograma a través de la espectrometría de muestras de cabello), tiene poco sentido perder tiempo y dinero en análisis que en nada contribuyen a la solución del problema.
Si advertimos síntomas como: acné, alergias, ansiedad, artritis, asma, mal humor, colesterol desordenado, tumores, colon irritable, depresión, desorden hormonal, diabetes, malfunción intestinal y renal, falta de concentración, migrañas, algias musculares y articulares, problemas cardiovasculares, fatiga crónica, inflamaciones, fibromialgia, caries, hiperactividad, sordera, hipertensión, tiroidismo, impotencia sexual, problemas reproductivos, aftas bucales, micosis, nauseas, olor corporal, problemas dermatológicos, debilidad inmunológica, úlceras, gastritis, picores, insomnio, temblores, infecciones urinarias, aturdimiento, sobrepeso, meteorismo, irregularidad menstrual, pesadillas, digestión lenta, osteoporosis, piel seca, problemas nerviosos… es momento de ocuparse de la depuración profunda.
MÁS CONTAMINACION, MENOS DEPURACION
Frente a la creciente exposición tóxica, estamos viviendo un proceso también ascendente en cuanto a la disminución de nuestra natural capacidad orgánica para procesar toxemia. La cándida es un constituyente orgánico que sirve de ejemplo, para ilustrar nuestro moderno desorden.
Parte fisiológica de nuestra flora intestinal, la cándida albicans es una levadura que está presente en nuestro cuerpo poco después de nacer y viven en armonía con nosotros. Se encuentra en la piel y en los aparatos digestivo y genitourinario. Su función es absorber cierta cantidad de metales pesados para que no entren en la sangre, nos ayuda a degradar carbohidratos mal digeridos y, junto con las bacterias, mantienen nuestro equilibrio intestinal y de pH. La flora intestinal y el sistema inmunitario, mantienen a estas levaduras bajo control.
Cuando la cándida deja de estar bajo control, puede cambiar su anatomía y fisiología. Esto quiere decir que puede dejar de ser una levadura y convertirse en un hongo (micelio micótico). Las cándidas son organismos dimórficos y pueden existir en estas dos formas. En su estado de levadura no es invasiva, mientras que en estado fúngico produce rizoides (raíces muy largas) que perforan la mucosa intestinal. Esto causa una excesiva permeabilidad de la mucosa, permitiendo el paso a la sangre de sustancias (toxinas, contaminantes, alimentos mal digeridos) que pueden actuar como antígenos alterando severamente el sistema inmunitario.
Se sabe que las cándidas en su estado micótico (candidiasis) pueden producir 79 productos tóxicos, entre ellos el más abundante es el acetaldehído. Este contaminante químico (también conocido como etanal o etanol oxidado) ha sido muy estudiado e incluso prohibido en ciertos usos industriales (pinturas, pegamentos, lacas) por su toxicidad en humanos. Sin embargo se lo encuentra como conservante en cosméticos y también es parte natural de metabolismo orgánico de los alcoholes, considerándoselo principal responsable de los síntomas de la resaca por la ingesta alcohólica.
Veamos algunos de los efectos negativos de esta sustancia química (el acetaldehído) que genera la propia candidiasis en nuestro interior:
* Favorece la formación de sustancias vasoactivas, como la adrenalina, produciendo síntomas como nerviosismo, pánico, miedo, taquicardias y sofocos.
* Interfiere con los receptores del la acetilcolina, importante para la memoria y el sistema nervioso.
* Produce histamina, y por lo tanto, inflamación en cualquier parte del cuerpo.
* Bloquea enzimas metabólicas, lo cual puede llevar a bloqueos en la formación de neurotransmisores, por poner un ejemplo.
* Destruye la vitamina B6, la cual es importante para la protección de las membranas mucosas, el fortalecimiento del sistema inmunitario, el equilibrio del sistema hormonal y la producción de ácido clorhídrico y enzimas digestivas.
* Deprime el sistema inmunitario.
* Destruye el glutatión y la cisteína, necesarios para desintoxicar el organismo.
* Reacciona con la dopamina, lo cual puede causar depresión, insomnio e incapacidad de respuesta ante el estrés.
NUTRICION Y CONTAMINACION
Por un lado esto tiene que ver con el empobrecimiento nutricional:
- menor consumo de fibra a causa de los procesos de refinación industrial
- menor carga enzimática y vitamínica a causa del elevado consumo de alimentos cocidos y conservados
- carencia de oligoelementos claves de la química depurativa a causa del empobrecimiento de los suelos agrícolas
- disminución del consumo de sustancias quelantes (pectinas, alginatos) a causa de la modificación de hábitos alimentarios en favor de comida artificializada
Por otra parte, hemos disminuido el trabajo depurativo, dejando de lado antiguas y eficientes prácticas de conservación, como lavajes intestinales, purificación hepática, limpieza renal, purificación sanguínea, desparasitado, ayunos, etc.
De allí la importancia de los alimentos crudos y escasamente procesados. Frutas, hortalizas y semillas aportan mayor contenido de enzimas, vitaminas naturales, oligoelementos y fibra saludable.
Muchas sustancias presentes en alimentos naturales, ayudan a sobrellevar y morigerar el efecto de los contaminantes químicos: el ácido algínico (algas), el ácido dipicolónico (miso), la pectina (cáscara de frutas), el ácido láctico (chucrut, kéfir de agua, kimchi), el ácido acético (vinagre), aminoácidos quelantes de metales (cisteina, arginina, ornitina)…
De allí que se considere al ajo y la cebolla como útiles para combatir contaminación de plomo, mercurio y cadmio, o a las algas marinas como eficientes depuradores orgánicos. También tienen destacados efectos descontaminantes, alimentos como perejil, cilantro, alcaucil, limón, todas las hojas verdes (por efecto de la clorofila), las crucíferas en general (brócoli, repollo, coliflor), germinados de semillas y fermentados.
Sin dudas que mejorar nuestro esquema nutricional, adoptando más alimentos vitalizantes y fisiológicos (predominio de frutas, hortalizas y semillas activadas) y retomar el hábito de prácticas depurativas, nos ayudará a mitigar los efectos de la contaminación ambiental.
Como nos ayudará también el uso de un mineral volcánico tan útil como confiable, del cual nos ocuparemos a continuación: la zeolita.
¿QUÉ ES LA ZEOLITA?
Se trata de un mineral (clinoptilolita) de origen volcánico, formado naturalmente a partir de cenizas y agua de mar, que también se halla presente en los plegamientos andinos. Antiguamente era muy utilizado en Asia (China, Rusia, India) como suplemento natural para promover la salud y el bienestar orgánico. Actualmente también es muy usado a nivel industrial, para purificación de agua y aire, como depurador en la industria alimentaria, para fertilización agrícola y como suplemento mineral en nutrición animal.
Su estructura cristalina está formada por tetraedros que dan lugar a una red tridimensional, en la cual cada átomo de oxígeno es compartido por dos átomos de silicio (tectosilicato). Estas estructuras forman jaulas o canales que permiten el movimiento interno de iones y moléculas, convirtiendo a la zeolita en un verdadero tamizador molecular.

Imagen de la estructura molecular de la zeolita.
¿QUÉ HACE LA ZEOLITA EN EL CUERPO?
En modo inocuo, la zeolita en solución acuosa, permite liberar al organismo de metales pesados, toxinas y contaminantes de distintos orígenes.
La zeolita equilibra el pH orgánico, al evitar la dispersión de iones ácidos y tiene un demostrado efecto antioxidante e inmunoestimulante. Se trata por tanto de un suplemento totalmente natural y no tóxico, ideal para uso seguro a largo plazo.
La particularidad de la zeolita es su carga eléctrica negativa, con lo cual atrae metales pesados (mercurio, plomo, cadmio, arsénico, etc) y toxinas, que habitualmente poseen carga positiva. La carga negativa también ayuda a la distribución de minerales útiles (calcio, sodio, magnesio, fósforo) y del ácido generado por los iones de hidrógeno (de allí que se lo considere un buffer del pH o un tampón alcalino).
El poder quelante de la zeolita está basado en su capacidad de discriminar entre moléculas útiles y tóxicas; se une fácilmente con los metales pesados y tóxicos (generalmente pequeños y eléctricamente muy cargados) y tiene escasa o nula afinidad con las estructuras útiles (más grandes, livianas y con carga débil). Esto explica que la zeolita pueda quelar moléculas tóxicas como el arsénico (diámetro 1,8 Ä) y en cambio no actúe sobre moléculas de minerales útiles como el potasio (diámetro 2,8 Ä). Una vez cumplido su objetivo (captar elementos nocivos), la zeolita cargada de sustancias tóxicas abandona rápidamente el organismo, sin dejar señas.
Siendo la zeolita un aluminosilicato, vale aclarar que sus moléculas de aluminio están rodeadas por átomos de oxígeno, por lo cual no pueden pasar al organismo (aluminio no intercambiable) y en cambio pueden absorber moléculas de aluminio tóxico presente en el cuerpo.
La zeolita es un compuesto altamente estable, no siendo afectado por el calor o el frío.
¿CÓMO SE UTILIZA LA ZEOLITA?
Proceso depurativo enérgico: 10 gotas (hasta 15 en casos de intoxicación severa), 3 veces al día, durante 4 a 6 semanas.
Mantenimiento depurativo: 3 a 5 gotas (en niños basta un par de gotas), 3 veces al día.
Recomendaciones: Disolver las gotas en líquidos o jugos. Es compatible con los alimentos, no siendo necesario alejar su ingesta de las comidas. No dejar pasar más de 6/7 horas entre cada toma.
Previo al consumo, agitar enérgicamente la solución, pues tiende a sedimentar con facilidad.
Mientras se consume zeolita, mantener una buena hidratación, consumiendo adecuada cantidad de frutas y hortalizas, bebiendo bastante líquido y realizando otras prácticas depurativas complementarias (limpieza de órganos, desparasitado, depuración con vegetales, ayunos frutales, nutrición vitalizante).
Contraindicaciones: No utilizar cuando se consumen fármacos que contienen metales como litio o platino, ya que serán quelados por la zeolita. Esta capacidad quelante (arrastre de material tóxico) hace que la zeolita pueda interferir con la quimioterapia convencional.
Efectos secundarios: Puede generar deshidratación leve, a raíz de la mayor demanda de agua en el proceso químico de limpieza, lo cual se neutraliza con adecuada hidratación. Algunas personas, con alta carga tóxica en el organismo, pueden experimentar ligeras nauseas, que remiten rápidamente.